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Foto del escritorLunae

Capítulo IV (Segunda Parte) - A las orillas del lago.

El sol se ocultaba lentamente, y los vientos de la fortaleza desprendían un olor seco.


Meredina había ido a las murallas de la fortaleza, donde encontró a Óscar, que seguía esperando.


— Alteza, ¿no deberíamos volver al castillo…? — preguntó Meredina con cierta reticencia.


Óscar había estado contemplando los lejanos páramos, pero se volvió para mirarla.


Habían pasado cerca de dos horas desde que vieron la extraña luz del lago mágico, y el príncipe había estado de pie en las murallas todo el tiempo.


Empezaba a oscurecer y las lámparas se encendían por toda la fortaleza.


Óscar negó con la cabeza.


— No, esperaré un poco más. —


Meredina parecía querer decir algo, pero guardó silencio y lo dejó. Óscar se volvió para contemplar el páramo.


… En realidad, ya había pensado muchas veces en ir a ver qué ocurría, sin embargo, al final no se atrevió a hacerlo.


Como contratado, parte de su trabajo incluía confiar en su protectora, la bruja.


No había traído a casa a una chica sin poderes encerrada en una torre; ella era la encarnación de una fuerza abrumadora. Una que estaba en las sombras de la historia, por lo cual sabía, que no debía confundirla con nada menos.


“Reg me habría dejado ir”.


Las palabras de Tinasha evocaban días pasados de los que Óscar no sabía nada.


— Mi bisabuelo, ¿eh? —


¿Lo habría amado? Óscar ni siquiera había conocido al hombre.


Pensó en preguntarle a Tinasha si había vuelto a conocer a su bisabuelo...


Y mientras pensaba, su rostro se torció en una sonrisa amarga por cómo ya estaba actuando como si la bruja no fuese a volver.


… Todavía quedaban diez meses para que terminara el contrato. Aún le quedaba mucho tiempo para preguntar.


En ese momento, levantó la vista y divisó una sombra oscura.


La figura lejana se acercaba rápidamente, y Óscar la reconoció como el dragón de Tinasha, el cual agitaba sus enormes alas mientras se acercaba a la fortaleza.


Inconscientemente, dejó escapar un suspiro de alivio, pues el dragón parecía venir directamente hacia él, y sólo disminuía la velocidad una vez que lo sobrevolaba directamente.


Óscar no pudo ver la espalda del dragón, pero gritó:


— ¿Tinasha? ¿Cómo te fue? —


No dudaba de que ella había salido victoriosa, pero no hubo respuesta desde lo alto de la criatura alada.


— ¿Tinasha…?, llamó.


De repente, la preocupación se apoderó de él y saltó sobre el dragón.


Manteniendo el equilibrio, observó la escena y se quedó atónito.


Ahí estaba su bruja, cubierta de sangre.


A Óscar se le fue el color de la cara en un instante. Levantó a Tinasha, sin dejar de mirarla, mientras gritaba:


— ¡Que alguien me ayude! Llamen a un mago. —


— ¿Su Alteza? ¿Qué ha pasado? — Meredina, que había estado esperando cerca, vino corriendo.


Óscar reconoció a Sylvia detrás de ella y la llamó.


— ¡Sylvia! Está herida. —


Todo el cuerpo de Tinasha estaba cubierto de sangre, pero lo peor era su estómago.


Su ropa se había desgarrado alrededor de la sección media, y trozos de lo que parecía carne se pegaban aquí y allá. Tinasha respiraba, pero era cuestionable cuánto tiempo podría aguantar en su estado actual. Óscar la dejó en el suelo y Sylvia gritó al verla.


— ¡Llévenla a mi habitación! — gritó. — ¡La trataré ahora mismo! ¡Meredina, trae una gasa y agua caliente! —


— ¡Entendido! Su Alteza, llévela a esa habitación. —


Las dos mujeres gritaron direcciones y provocaron un alboroto en toda la fortaleza mientras corrían. Acunando a la bruja en sus brazos, el príncipe se puso en marcha tan rápido como le permitieron sus piernas, y el dragón se encogió y le siguió.


Sorprendentemente, el proceso de curación de Tinasha no duró tanto. Sylvia salió de la habitación, y limpiándose las manos, se inclinó suavemente hacia Óscar, que había estado esperando fuera.


— La examiné a fondo, pero no tenía ninguna herida importante, aunque traté las más pequeñas… —


— ¿Sin heridas? ¿Y su estómago? —


— Parece que se ha curado por si solo. Sin embargo, no sé cómo están las cosas internamente… —


— Ya veo… Gracias. — dijo Óscar mientras su cuerpo se relajaba por el alivio.


Sylvia sonrió ante la expresión de gratitud del príncipe.


— Como había sangrado tanto, había pensado que era una herida grave, que no podría curarse del todo. Menos mal que no fue así. He limpiado la sangre de su cuerpo y he colocado su ropa rasgada y el resto del equipo a un lado. —


— Excelente. — dijo Óscar asintiendo.


El dragón Nark se posó en su hombro, con un enorme cristal rojo en la boca y el príncipe le acarició la cabeza.


— ¿Puedo entrar? — preguntó Óscar con entusiasmo.


— Adelante, aunque no creo que se despierte hasta que termine de recuperar su magia. —


Óscar se inclinó ante ella y entró en la habitación.


Tinasha yacía en la cama con los ojos cerrados, con una expresión pacífica.


Comprobó que respiraba y colocó una mano sobre la manta que cubría su estómago para asegurarse de que también estuviese bien. Sólo después de recibir la confirmación de ambas cosas, exhaló.


— Realmente… me tenías preocupado. — admitió, estirando la mano para acariciar su mejilla.


La sensación era cálida y firme.


Al final, Óscar pasó esa noche en la fortaleza.


Del grupo de investigación, Meredina y casi todos los demás soldados regresaron al castillo antes que el príncipe. Dos soldados de la guardia, así como Sylvia, Doan y los demás magos se quedaron, por si el estado de Tinasha empeoraba. El príncipe les había pedido que se quedaran, pues dudaba en mover a la bruja gravemente herida.


Así, la noche transcurrió sin incidentes.


A la tarde siguiente, Óscar estaba trabajando en una cámara de la fortaleza mientras esperaba que Tinasha se recuperara. Doan había estado patrullando los terrenos y en ese momento entregaba su informe.


— Anoche no hubo rastro de aquel mago. He reforzado las protecciones de la fortaleza, pero este sigue siendo un enemigo completamente desconocido… —


— Por ahora, es suficiente. Mientras evitemos que se acerque hasta que Tinasha se recupere. Podemos discutir el siguiente movimiento con ella una vez que esté despierta. —


El mago desconocido parecía saber bastante sobre Tinasha, así que tendría que estar al tanto de las cosas. Por el momento, protegerla era lo más importante.


Óscar deliberó sobre si debía ir a verla una vez más.


Justo entonces, un grito de mujer llegó desde la habitación de Tinasha.


— ¡¿Qué?! — Óscar se levantó.


No había sido la voz de la bruja.


Esperando algún tipo de ataque, Óscar se acercó corriendo. Sylvia estaba de pie frente a la entrada, con la cara enrojecida por alguna razón.


— ¡¿Qué sucede?! —


— Ah, Su Alteza… No, lo siento. No es nada. Por favor, espere un momento. —


Con un extraño aspecto de pánico, Sylvia bloqueó la puerta.


Sospechando, Óscar la apartó.


— Voy a entrar. —


— ¡Alteza! ¡Espere! — dijo ella para detenerlo, pero él hizo caso omiso y entró de todos modos.


Ahí, Óscar se encontró con una escena que confundió sus sentidos, y le congeló en el lugar, ya que en la cama, Tinasha estaba sentada, semidesnuda.

Sin embargo, eso no era lo más sorprendente. Parecía que, de la noche a la mañana, su negro cabello había crecido lo suficiente como para tocar el suelo. Los mechones cual tinta se extendían por toda la habitación, y en ese momento, Tinasha se percató de la presencia de Óscar y se cubrió con las sábanas.


Sonriendo rígidamente, no se parecía en nada a la chica que él conocía, pues ahora parecía tener casi veinte años.


Mirando al príncipe, Tinasha sujetó la almohada detrás de ella.


— ¡No entres hasta que me haya vestido! —


Óscar esquivó la almohada que le fue lanzada y se marchó sin decir una palabra, cerrando la puerta tras de sí. Despreocupado, Nark bostezó desde su hombro.


— ¿Qué demonios…? —


— Por eso le pedí que esperara… — murmuró Sylvia, con una mano en la cara.


Tinasha salió de la habitación con el ceño fruncido, llevando una muda de ropa prestada por Sylvia mientras arrastraba su larga melena tras ella.


Seguía siendo la impresionante belleza de siempre, pero ahora que parecía unos años mayor, había adquirido una fría serenidad y un sensual encanto.


Sus largas pestañas atraían la mirada y daban a la bruja un aspecto apenado. La sensación de eternidad en sus ojos era un misterio en sí mismo, cautivando a cualquiera que la mirara y robándole el sentido del tiempo.


Por esa razón, Óscar la contempló con asombro, mirándola fijamente a los ojos, completamente fascinado.


Durante un largo momento, no dijo nada, hasta que Tinasha frunció el ceño, molesta.


— ¿Qué pasa? Estás actuando de forma espeluznante. Di algo… —


— Eh… — Vacilante, Óscar se acercó a ella.


Cuando le acarició la cabeza como lo hacía habitualmente, ella cerró los ojos como un gato. No había duda de que se trataba de la misma bruja de antes.


Sintiéndose reconfortado, Óscar preguntó:


— ¿Qué demonios ha pasado ahí fuera? ¿Cómo acabaste así? —


— Mis órganos internos estaban muy dañados, así que los reparé acelerando drásticamente el ritmo de crecimiento de mi cuerpo. Aunque… ahora tengo el cabello demasiado largo. — Mientras T hablaba, sacó una daga y la acercó a un tramo de su cabello.


Sylvia se apresuró a detenerla.


— Siéntese. ¡Yo me encargo! —


— ¿Qué? Sólo voy a cortarlo. —


— Por favor. ¡Déjeme hacerlo! —


— De acuerdo… — Tinasha concedió, sentándose obedientemente en una silla, y Sylvia comenzó a peinar cuidadosamente los mechones de obsidiana.


Óscar se sentó frente a Tinasha.


— Entonces, ¿todo está bien ahora? —


— Sí, estoy bien. Sólo perdí un poco de sangre. —


— Ya veo… Realmente pensé que habías muerto. ¿Volverá tu aspecto a la normalidad? —


— No lo hará. Como te dije en la torre, mi apariencia no está fabricada por magia. El crecimiento de mi cuerpo se ha detenido, eso es todo. Supongo que podría usar un hechizo para lucir como antes… ¿Acaso prefieres a las mujeres jóvenes? —


— Definitivamente no. — respondió Óscar con rotundidad.


En realidad, su aspecto actual le resultaba mucho más atractivo.


Teniendo en cuenta su estado mental, se acercaba más a quien realmente era. Sus ojos, ahora más maduros, encajaban bien con este aspecto, y con ello, el príncipe dio un suspiro interno de alivio.


Nark saltó del hombro de Óscar al regazo de Tinasha, que le acarició el lomo.


— Parece que ahora te tiene cariño. Mira, es como si me diese esto. —


El dragón dejó caer la piedra roja que tenía en la boca en la palma de la mano de Tinasha. La joya era un poco más pequeña que su mano y se la lanzó a Óscar.


Éste la cogió en el aire y se quedó mirando la piedra carmesí.


Había marcas en ella que sugerían que había sido tallada de algo más grande.


— Es el núcleo de la bestia demoníaca. Sin embargo, parece que Nark sólo pudo recoger la mitad. Es sólo una joya ordinaria ahora, así que no hay necesidad de alarmarse. —


— El núcleo de la bestia demoníaca… Espera un segundo, ¡¿has derrotado a la bestia demoníaca?! —

Sabía que Tinasha había salido con todo su equipo de batalla, pero no había esperado que llegara tan lejos ella sola. El príncipe se quedó boquiabierto, y los ojos de Tinasha se entrecerraron mientras sonreía.

— No quería tener que volver a pasar por la molestia de sellarlo dentro de unos años. Oh, en cuanto a los cuerpos de los magos que querían romper el sello, ahora deben estar enterrados bajo tierra. Siento no haberlos recuperado. —


— No me importa eso… Sólo… no actúes tan precipitadamente la próxima vez. —


— ¡Eso no fue nada! — argumentó Tinasha.


— Te hirieron gravemente. — respondió Óscar con naturalidad, y la bruja le sacó la lengua.


El joven príncipe se sentó erguido y se replanteó.


— Nos has salvado. Gracias a ti no sufrimos ninguna baja. Así que te lo agradezco. —


Si aquellos magos se hubieran salido con la suya, la carnicería habría sido indescriptible. Por suerte, esta bruja se había encargado de ello antes de que eso ocurriera.


Sus grandes ojos negros se abrieron de par en par mientras una amplia sonrisa se extendía por su rostro.


— No fue ninguna molestia. Soy una bruja, después de todo. — Sin prestar atención a la carga que llevaba Óscar, su protectora sonreía.


Las pequeñas tijeras de Sylvia hicieron bien su trabajo, cortando el negro y brillante cabello de la bruja a su longitud anterior.




















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