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Capítulo IV (Primera Parte) - A las orillas del lago.

La tierra se mostraba seca y agrietada, mientras que la región estaba desolada y envuelta en una niebla perpetua desde hacía setenta años, lo que recordaba a las tierras que rodeaban la torre de la bruja.


Este fue el lugar de la batalla entre Farsas y Druza, donde la gigantesca arma mágica denominada “bestia demoníaca” se ensañó alguna vez.


Un joven vestido con una túnica contemplaba la extensión seca que los magos llamaban “lago mágico”, y la chica de cabello plateado que estaba a su lado miró a su compañero.


— ¿Qué hay en un lugar como éste, Valt? Definitivamente está impregnado de magia, pero… —


— No se puede ver, pero todo comenzará ahora. —, respondió él, mientras recorría con una mano su cabello castaño claro.

Ya se encontraban fuera de la ciudad del castillo de Farsas, pero Valt seguía ocultando su magia. Había conseguido establecer una buena distancia entre él y la bruja, pero había otros en esta tierra.


Para asegurarse de que el camino hacia su destino transcurriera sin problemas, había prestado un poco de ayuda y orientación, pero no quería que se esperara nada más de su parte, puesto que él sólo se arriesgaría a causar problemas con su propia magia como último recurso.


— Debería darse cuenta ahora mismo. Veamos qué tiene. —


— ¿La Bruja de la Luna Azul? ¿Realmente vendrá hasta aquí? — preguntó la chica de cabello plateado.


— Lo hará. Tiene ojos en todo el continente… Especialmente aquí. —, respondió Valt.


Entonces, miró al cielo. Aquel gato gris que corría entre las nubes era el familiar de la bruja, era así como ella buscaba por toda la tierra. Que fuese incapaz de abandonar al hombre era su destino, y así fue como Valt supo que notaría una inclinación de la balanza como ésta de inmediato.


— Tendremos que escondernos un poco entre las nubes también. No quiero ir de frente con ella. — dijo Valt.


Aunque su magia superaba con creces la de un mago común y corriente, e incluso poseía recuerdos que ninguna otra persona podía, cualquiera de las brujas podría doblegarle fácilmente para que se rindiera. Tal era la diferencia de fuerza entre ellos.


— El único que podría enfrentarse a una bruja de frente y matarla es el portador de Akashia. —


— Por portador de Akashia, ¿te refieres al príncipe heredero de Farsas? ¿Vas a hacer que la mate? —


— Ahora mismo no puede. Todavía no puede vencerla. —


Esa era la razón por la cual las cosas seguían estancadas. El deseo de la pobre bruja seguía sin cumplirse, y la balanza del mundo seguía sin inclinarse.


— Vamos, Miralys. — dijo Valt, llevándose a la chica y dejando atrás el páramo.

La niebla gris se hizo aún más espesa, ocultando sus figuras siempre distantes.


༄ ༄ ༄


La luz de un cielo despejado de verano volvía a brillar sobre los terrenos de entrenamiento del castillo, y mientras tanto, Tinasha se refrescaba a la sombra, con su espada a un costado, cuando Als se acercó para sentarse a su lado.


— Has tenido grandes progresos. O tal vez sea sólo que tus sentidos están volviendo a ti. — comentó.


— ¿De verdad lo crees? Gracias — respondió Tinasha.


Después de su primer combate, había comenzado a acudir regularmente a los campos de entrenamiento para practicar. Als le recomendó algunas veces que se pasara por allí - todas ellas cuando él estuviera libre y Meredina no estuviese presente -, aunque su amiga de la infancia podría haberse dado cuenta ya de ello. Se sentía mal por Meredina, pero como la moral de los soldados subía cada vez que Tinasha se acercaba, agradecía las visitas de la bruja.


Por otra parte, Tinasha mantenía los brazos cruzados sobre las rodillas y la cabeza apoyada en ellas.


— ¿Cuánto crees que tardaré en ser tan buena como él? — preguntó.


— ¿Te refieres a Su Alteza? Eso es imposible. Desde que practico la espada, no le he vencido ni una sola vez. —


— ¡¿Qué?! ¡¿De verdad?! — preguntó Tinasha, mirándolo con ojos grandes y redondos.


El sol reflejaba sus oscuros ojos, haciéndolos brillar como el cuarzo negro.


Als asintió, volviendo a atarse las botas.


— De verdad. Esto es sólo entre nosotros, pero estaba bastante disgustado después de la primera vez que nos enfrentamos. Le había menospreciado, pensando que la sangre real no podía ser nada especial. —


— Así que es tan fuerte… —, dijo Tinasha, interrumpiendo y mirando al cielo mientras suspiraba.


Las nubes pasaban rápidamente; los vientos de allí arriba debían ser muy rápidos.


— Últimamente, Su Alteza se ha comportado bastante bien a la hora de quedarse en el castillo, pero hasta hace poco, siempre se escapaba con Lazar a quién sabe dónde…

Eso no era demasiado peligroso en sí mismo, así que lo dejé ser. Sin embargo, cuando me enteré de que se dirigía a la torre de la bruja, pensé que había perdido la cabeza.

En realidad, fue bastante sorprendente ver que había vuelto de una pieza. —


— Escuché que aplastó a las bestias guardianas de la torre con mucha facilidad. — dijo Tinasha.


— ¿Estamos seguros de que es humano? — murmuró Als.


Ambos suspiraron. Als se echó su pelirroja cabellera hacia atrás para que no le estorbara.


— ¿No podrías usar magia? ¿No puedes usarla a corta distancia o algo parecido? —


— Normalmente, tengo una barrera activa, pero no olvides que lleva a Akashia con él. — recordó Tinasha.


— Oh... claro, es cierto — dijo Als.


La espada real que otorgaba protección absoluta contra toda la magia.


Hacía ya dos años que Óscar se había equipado con el enemigo de todos los magos.


— Supongo que es imposible. — concluyó Als.


— Realmente lo es. — suspiró Tinasha. El general lo hizo sonar tan definitivo que ella sintió un poco de pánico.


Al parecer, Als se dio cuenta y la miró con lástima.


— ¿Aún no es posible conseguir que te entrene? —


— Mmmm… La verdad es que no quiero enseñarle mi destreza todavía, pues no sé cómo saldrán las cosas. —


— Ya veo, ya veo… — El general más joven de Farsas ladeó la cabeza, pensativo. — Sí, creo que es imposible. — reiteró.


— ¡Nooo! — gritó Tinasha.


Parecía aún más angustiada que hace un momento, y por un instante, Als pensó que se había desvanecido por la agonía de todo aquello, pero simplemente se había derrumbado desganada en el suelo.


Al terminar la práctica, Tinasha caminaba por un pasillo cuando alguien la llamó, y se detuvo de inmediato. Nadie más pudo escuchar la voz que había intervenido; por lo que Tinasha salió al exterior y se acercó a la base de un enorme árbol de los jardines.


— Litola. —


— Me alegro de que se encuentre bien, maestra. Ha sido bendecida con un buen titular del contrato. — dijo Litola.


— ¿Eso crees? — preguntó Tinasha.


Litola, sentada en las ramas superiores del árbol, saltó y aterrizó en el suelo en silencio, y luego se inclinó.


— Parece que ahora se divierte más de lo que solía hacerlo. —


— Supongo que es divertido, pero… Bueno, no está del todo mal — respondió la bruja, encogiéndose de hombros mientras hacía una mueca.


Ante esto, Litola frunció un poco el ceño.


— ¿No debería simplemente casarse con él? No parece que las cosas vayan a cambiar en un año, o incluso en cien. —


— Cambiarán, cambiarán. Además, no tengo ningún deseo de tener un cónyuge. — dijo Tinasha, agitando la mano con displicencia.


Ante este gesto tan humano, Litola inclinó la cabeza respetuosamente.


— He dicho demasiado, le ruego que me perdone. He completado la investigación que me fue asignada, así que hoy he venido a informarle. —


— Muy bien, adelante. —


La cortina que ocultaba las emociones de Tinasha cayó de sus ojos oscuros, su mirada era como un estanque de agua completamente inmóvil. Este era su rostro de bruja, el que era muy diferente de las expresiones que normalmente mostraba a Óscar y a Als.


En silencio, Tinasha escuchó el informe, lueg, chasqueó la lengua con irritación cuando Litola terminó.


La bruja apareció en el estudio de Óscar justo cuando él y Lazar tomaban un descanso para jugar a las peonzas, por lo que su repentina intrusión sorprendió a ambos.


En esta ocasión, no portaba su habitual túnica de maga ni sus ropas ondulantes, sino un traje mágico muy ajustado hecho de tela negra con incrustaciones de sigilos. El traje abrazaba sus curvas, y el corte era uno que no se veía en Farsas, lo que le confería una presencia extraña e imponente, así como un encanto llamativo. Por encima llevaba una capa, de igual manera, con incrustaciones de símbolos mágicos.


Sin embargo, lo más inusual de todo era una esbelta espada que colgaba de su cadera.


Unas muñequeras con cristales adornaban sus manos, y unos cinturones fijados a su cintura y sus piernas sostenían otros objetos que parecían armas.


Con toda probabilidad, este era su conjunto de batalla.


Óscar se dio cuenta rápidamente y se puso en pie.


— ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estás vestida así? —


— Voy a salir durante dos o tres días. — respondió secamente, dándose la vuelta para irse.


En respuesta, el príncipe la sujetó de la muñeca y apenas la atrapó.


— Espera, espera. ¿Adónde vas? — le preguntó.


— ¿Acaso importa? Volveré sana y salva. — dijo.


— No parece que vayas a salir a jugar. Te has quitado todos los adornos de sellado. —


Para mantener la apariencia de una aprendiz de mago, Tinasha llevaba normalmente una serie de anillos y pendientes diseñados para sellar su magia. Si un mago normal llevara uno solo de esos objetos, ya no podría lanzar hechizos, pero ella llevaba cerca de diez mientras trabajaba como maga de la corte.


Así de poderosa era, pero ahora se había quitado todos esos grilletes.


Se dispuso a salir de la habitación, pero Óscar nuevamente la atrajo hacia él y Lazar se apresuró a cerrar la puerta, bloqueando su salida.


— Al menos dime a dónde vas. Hiciste un contrato conmigo, así que no puedes irte sin más. — le suplicó Óscar.


Tinasha le respondió con una mirada de soslayo. Su aspecto era completamente distinto al de siempre, y Lazar estaba claramente desconcertado por ello. Al ver que Óscar no se acobardaba en absoluto por sus ojos centelleantes, la bruja admitió de mala gana.


— El lago mágico de Druza. —


— ¿La vieja Druza?" repitió Óscar, pero enseguida comprendió. — Así que por eso mataron a ese mago… —


— ¿Qu-Qué? ¿De qué está hablando? — Lazar estaba totalmente confundido, incapaz de seguir la conversación.


Óscar explicó, todavía sujetando con fuerza la muñeca de la bruja.


— El tipo que fue envenenado solía hacer viajes mensuales para estudiar el lago mágico de la vieja Druza. Alguien que no quería que lo hiciera incitó a su novia a matarlo, ¿verdad? Pasval fue enviado a la ciudad para crear confusión entre el consejo real y ganar tiempo. —


Tinasha asintió, confirmando la suposición de Óscar.


— Oleadas de magia poderosa están recorriendo el lago mágico. Iré a investigar para ver si alguien está tramando algo. ¿Es posible? — preguntó, implorando con la mirada que Óscar la dejase marchar.


Óscar negó con la cabeza.


— Dame una hora, yo también iré. —


— ¡¿Qué?! — Tinasha se quedó boquiabierta, pero rápidamente recuperó la compostura. — No es necesario. Por el contrario, el príncipe no debería deambular por ahí. —


— ¿Qué crees que haces yendo a solas? Según los términos del tratado, esa tierra no pertenece a ningún país, pero en realidad, Farsas la controla. Si pasa algo y eres la única que investiga, no tendré razón suficiente para involucrar a la nación. —


Tenía razón, y el rostro de Tinasha se suavizó un poco. Sin embargo, mantuvo una mirada feroz hacia Óscar.


— Si te llevo conmigo, será un problema incluso mayor. —


— Reuniré un equipo capaz. Quince deberían ser suficientes para una excursión de investigación. — razonó Óscar.


— No estoy obligada a proteger a nadie más que a ti. — advirtió.


— Lo comprendo. — fue la rotunda respuesta del príncipe.


Óscar no había dudado en absoluto, y Tinasha se quedó sin palabras.


El príncipe no había vacilado, en un grado casi envidiable, puesto que había hecho una evaluación instantánea con un propósito. Seguramente, eso era lo que le hacía merecedor del trono: la característica de un guerrero férreo que podía asimilarlo absolutamente todo y mantenerse firme.


La bruja inhaló profundamente y por un breve instante, sus pensamientos se detuvieron, pero en su lugar, una infinidad de recuerdos se filtraron por el ojo de su mente.


Imágenes y sonidos que había olvidado. Ella misma cuando era niña, un país al borde de la ruina. Innumerables… personas con las que había hecho contratos y que ya no estaban vivas. Era como los últimos vestigios de su sentimentalismo.


Todo ello, nunca podría recuperarlo…


¿Qué era lo que había provocado este momento en sus pensamientos?


Mientras Tinasha miraba fijamente al hombre que tenía ante sí, habló con voz entrecortada.


— Una hora… No voy a esperar más. —


— Es todo lo que necesito. — dijo Óscar, soltándola finalmente y salió de la habitación para comenzar a preparar todo.


Exactamente una hora después, un grupo de quince personas, incluyendo a Óscar y Tinasha, se había reunido. Pronto utilizarían un conjunto de teletransportes que los llevaría a una fortaleza en la frontera norte. Entre ellos, había nueve soldados, incluyendo a Meredina, y cuatro magos. Todos habían protestado para que Als no acudiera, argumentando que el castillo estaría perdido sin él, así que el general se había quedado atrás.


Por esa misma razón, el mago jefe Kumu tampoco formaba parte del grupo, sin embargo, ambos habían aparecido para despedir a todos, tal vez por preocupación.


Tinasha estaba de pie en un rincón, todavía con un aspecto un poco sombrío.


Mientras esperaban, una de las magas del grupo se acercó a saludar.


— Me llamo Sylvia. Creo que es la primera vez que hablamos. Encantada de conocerte. —


Tenía el cabello rubio y brillante, así como un rostro encantador.


La maga parecía tener alrededor de veinte años. Emitía una especie de calidez natural que ayudaba a disipar la irritación de Tinasha.


Con una sonrisa, Tinasha respondió:


— También estoy encantada de conocerte. —


— ¿Eso es un dragón? — preguntó Sylvia.


Señalando el dragón rojo del tamaño de un halcón posado en el hombro de Tinasha, el mismo en cuestión bostezó, sin hacerle caso.


— Así es, pero no está muy acostumbrado a la gente, así que ten cuidado. —


— Vaya… Nunca había visto un dragón. — dijo Sylvia.


— ¡Tinasha! — llegó la voz fuerte y bien proyectada de un hombre.


Sólo había una persona en todo el castillo que se refiriera a ella de esa manera, sin incluir "señorita" por delante. Llamada por el que había contratado, Tinasha asintió a Sylvia antes de correr hacia él y entonces, Óscar vio al dragón y sus ojos se abrieron de par en par.


— ¿Qué es eso? — preguntó.


— Cuando pensaba ir sola, lo invoqué para dirigirme hasta ahí. — explicó Tinasha.


— Eso no parece lo suficientemente grande como para llevar un pasajero. — señaló Óscar, poniendo fin a su conversación para luego dirigirse al grupo. — Vamos a investigar el lago mágico de la Vieja Druza. No sabemos lo que podría pasar, así que tengan cuidado. Además, hagan lo que ella dice. — ordenó Óscar, acercándose al dragón para poner una mano en la cabeza de Tinasha.


Y entonces, el dragón miró a Óscar con curiosidad.


La orden sorprendió a Tinasha.


— ¿Está bien que digas eso? — susurró.


— Bueno, no podemos explicar toda la historia. — respondió Óscar en voz baja.


— Eres muy extraño. — dijo Tinasha.


Regius también había sido un poco extraño, pero Óscar estaba en un nivel diferente.


Tinasha miró a Sylvia, que parecía algo preocupada, y al hacerlo, la bruja también vio a una Meredina con expresión de disgusto. Luego observó a Als, Kumu y Lazar, todos ellos con expresiones de preocupación. Finalmente, regreso la mirada al principe, quien sonrió un poco al sentir su mirada.


— Todo saldrá bien, me encargaré de ello. — Su voz era un placentero aliento.


El recuerdo era efímero, como una burbuja en el borde del agua. Nadie de aquella época seguía vivo, todo acabó fluyendo, dejando atrás a Tinasha.


Sin embargo, ella seguía atrapada en el mismo lugar… Eso era lo que había elegido para sí misma.


Tinasha levantó la cara. Sus largas pestañas se abrieron y les dedicó a todos una sonrisa tan hermosa que, por un momento, los cautivó.


El sentimentalismo que desbordaban sus ojos no era más que una soledad pura y cristalina. Una luz que amaba y adoraba a la efímera vida de los mortales.


Óscar se quedó atónito por un instante, pero al sentirlo suspirar, Tinasha se volvió para mirarlo.


— ¿Qué ocurre? — le preguntó.


— Ah… Nada. — El príncipe desvió la mirada, y Tinasha se quedó sin saber qué estaba pensando.


— Vamos. — dijo Tinasha, volviendo a centrarse.


Mientras hablaba, la red de teletransporte inició su marcha.


Tras ser teletransportados a la fortaleza fronteriza situada al norte de Ynureid, el grupo tomó prestados unos caballos y cruzó la frontera nacional para dirigirse al lago mágico del Viejo Druza. Todo el entorno continuaba envuelto en una gris niebla durante todo el año, algo que muchos supusieron que era una especie de secuela duradera de la guerra de hace setenta años.


La visibilidad era limitada, pero el grupo confiaba en la magia hundida en la tierra para guiarse, y después de cabalgar durante una hora, el brumoso paisaje comenzó por fin a mostrar algún cambio observable.


En la vanguardia, galopando junto a Tinasha, Óscar frunció el ceño.


— Vaya vista, pareciera la pesadilla de alguien. —


De vez en cuando, aparecía un árbol con ramas retorcidas y enjutas, con un tronco torcido. No había nada más que esos árboles sin hojas y serpenteantes, además de las rocas caídas que los rodeaban; parecía un mundo completamente distinto.


Tinasha respondió sin volverse hacia Óscar.


— Fue prácticamente destruido hace setenta años. En realidad, esto es mejor de lo que era en ese entonces, pero tardará otros dos siglos en depurarse por completo. —


— Así que no estamos ni a mitad de camino. Debió ser muy malo en su momento, ¿no es así? —


La bruja que cabalgaba junto a Óscar era la que había puesto fin a aquella histórica batalla. Tinasha se acarició partes de su cabello que se habían despeinado con el viento.


— Sí… Fue increíblemente duro. Después de todo, esa bestia no es recordada como una terrible arma mágica por nada. Fue todo lo que pude hacer para sellarla. —


— Si ni tú pudiste vencerla, ¿no es eso lo que la hace bastante fuerte? ¿Realmente desplegaron algo así en la batalla? — se preguntó Óscar.


— No se pudo controlar del todo. Creo que lo soltaron en el conflicto y lo dejaron ir a la deriva. Sin embargo, me alegro de haber decidido sellarla, pues teniendo en cuenta la situación, si hubiéramos luchado de frente, la carnicería habría sido espantosa. —


La bruja hablaba con tanta franqueza de una guerra de hace tanto tiempo mientras lucía como una hermosa joven, lo que hacía que sonara como un cuento de hadas; no parecía real. Luego, miró al cielo cubierto de niebla.


— El lago mágico está justo delante… Aun así, creo que los caballos están ya casi al límite. Un poco más y los llevaremos hasta la extenuación. —


Tinasha tenía razón. La fuerza y la velocidad de los caballos habían empezado a decaer. Probablemente eran más sensibles que sus jinetes al entorno, por lo que el grupo no tuvo más remedio que enganchar sus monturas a los árboles cercanos y continuar a pie.


Mientras caminaban, Tinasha murmuró un ligero conjuro y levantó la mano.


Ante esto, Óscar sintió que el aire que le rodeaba había cambiado y miró a su alrededor.


— ¿Qué has hecho? — preguntó.


— Establecí una barrera. El miasma se estaba tornando denso. —


Después de comentarlo, el príncipe se dio cuenta de que todo el mundo estaba bastante pálido y descompuesto, pero con la barrera de Tinasha, el grupo se recuperó rápidamente.


Óscar, que no había notado nada fuera de lo normal, se señaló su propia cara.


— ¿Me he salvado de los efectos gracias a tu protección? — preguntó.


— Correcto. Puedo protegerte del miasma sin mover un dedo. — respondió Tinasha, sonriendo.


Detrás de ella, un joven mago llamado Doan murmuró:


— Los informes de Temys no mencionaban ningún miasma… —


— Quizá esté ocurriendo algo. —


— Me gustaría evitar cualquier tipo de acontecimiento histórico en potencia… — dijo Doan, sacudiendo la arenilla de su cabello gris oscuro.


Se le consideraba el siguiente en la línea de sucesión para ser jefe de los magos, pero teniendo en cuenta su astuta tendencia a mantener ocultos sus talentos, actuaba más bien como un burócrata mundano, sin embargo, no ocultaba sus leves preocupaciones.


Óscar respondió:


— De cualquier forma, no se llega a algo así sólo con pensarlo. Yo debería saberlo. Cuando era niño me gustaba participar en todo. —


Doan pareció visiblemente desanimado ante aquella respuesta que olía a curiosidad aventurera, y Tinasha dio un pequeño suspiro. Ya casi habían llegado al lago mágico.


Era un páramo, desprovisto de agua y hierba. La misma espesa oscuridad lo cubría todo, dificultando la visión a más de diez pasos, la tierra agrietada se encontraba seca como un hueso, pero de vez en cuando, unas ondulaciones invisibles sobresalían ligeramente del suelo como si se tratase de un oleaje.


Óscar contempló una ondulación que se deslizaba por sus pies.


— Es la primera vez que vengo… ¿Son normales estas oleadas? —


— Más o menos. — respondió Tinasha.


Entonces comenzó a recitar otro hechizo, esta vez más largo, y en respuesta, un gigantesco patrón circular se extendió por el suelo. Cuando terminó su conjuro, unos filamentos rojos surgieron del borde exterior del mismo. Se unieron por encima del diseño, formando una jaula con forma de media esfera.


— No vayas más allá de esto y espera aquí un poco. Iré a dar un vistazo. — ordenó.


— Ah, espera, Tinasha. — dijo Óscar, tomándola del brazo inmediatamente, pero la bruja ya había flotado en el aire.


En un instante, había desaparecido en la niebla.


Doan la vio ir, murmurando:


— ¿Qué es ella exactamente…? —


— Es un poco excéntrica. Quiero traerla de vuelta… — dijo Óscar.


Había seguido a Tinasha con la esperanza de evitar que se fuera sola, pero la había perdido de vista, y aunque quería ir tras ella, la niebla lo complicaba. Sin embargo… ya que sólo él tenía la protección de Tinasha, probablemente podría salir y moverse sin problemas.


Óscar miró la espada real en su cintura cuando Meredina se dio cuenta y estaba a punto de decir algo, cuando repentinamente surgió un grito de otro soldado.


— ¡La niebla! —


Cuando el grupo se giró para mirar, altas olas de espesa niebla se estaban extendiendo, y en un breve instante, se habían introducido en la barrera, impidiendo que nadie viera. Los gritos surcaron el aire y el desorden amenazó con apoderarse de la zona.


— ¡Mantengan la calma! No se muevan. — gritó Óscar.


Aunque no pudieran ver nada, sólo tenían que permanecer dentro de la barrera.


Tal era la conclusión lógica del hombre que conocía la verdadera identidad de Tinasha. La extraña niebla, como si se burlara de las órdenes de Óscar, comenzó a espesarse. Estaba helada…


Justo cuando Óscar estaba a punto de chasquear la lengua con fastidio, escuchó el lejano y agudo grito de una chica que resonaba en algún lugar de la distancia.


— ¿Tinasha? — sólo dudó un segundo y luego gritó a sus subordinados: ¡Permanezcan aquí! Volveré enseguida. —


— ¡Su Alteza! —


El príncipe salió a un mar de niebla, desenvainando su espada. Avanzó a través del mar gris flotante en busca de su protectora, pero cuanto más se adentraba en la penumbra, más sentía que el aire a su alrededor se deformaba.


Después de un tiempo, la niebla finalmente se disipó un poco. Entonces se percató de una figura más adelante y se dirigió hacia ella, pero alguien le sujetó la mano por detrás.


— Su Alteza… No debería. —


— ¿Meredina? ¿Me has seguido? —


La oficial del ejército, se aferraba a Óscar con expresión desesperada y sacudió la cabeza, mortalmente pálida.


— Es una trampa. Por favor, regrese. —


— Lo sé, pero… — protestó Óscar.


Era consciente de que podía ser una trampa, pero aun así, si Tinasha estaba en peligro, no podía dejarla a su suerte. Había ido sabiendo que sólo él podía soportar la extraña niebla. Sin embargo, Meredina no mostraba signos de ceder. En ese instante, Óscar señaló la figura que había más adelante en la niebla.


— De acuerdo. Entonces volveré después de comprobar de quién se trata. —


La silueta de pequeña estatura se quedó totalmente quieta. Basándose en eso, no podía ser Tinasha. Sin embargo, el príncipe razonó que si no verificaba quién era, entonces toda su expedición de investigación era inútil.


Meredina lo soltó a regañadientes y lo siguió.


Avanzando con cautela a través de la niebla, los dos llegaron a la figura nebulosa.


Estaba de espaldas a ellos, y después de que Meredina lo observara bien, dejó escapar un grito de sorpresa.


— Esto es inesperado. — comentó Óscar.


Como si reaccionara a sus voces, la figura se giró lentamente. Se trataba de un esqueleto que portaba una armadura maltrecha.


༄ ༄ ༄


Tinasha dio una vuelta en el cielo sobre el lago mágico, liberando su magia para escudriñar el paisaje. Lo que podía ver a través de los huecos en la niebla no sugería nada inusual, pero el miasma disimulado y las ondas mágicas inusualmente poderosas indicaban irregularidades obvias.


— Tal vez esté bajo tierra… —


La bruja volvió a la barrera que había creado, pero al instante se dio cuenta de que algo fallaba. Faltaban algunas personas, una de ellas su contratante.


— ¡Señorita Tinasha! — Sylvia le gritó a medias, y Tinasha voló hacia la maga.


— ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Su Alteza? — preguntó.


— La niebla nos de repente nos ha tomado por sorpresa… Podíamos escuchar todo tipo de voces desde fuera de la barrera. Su Alteza nos dijo que esperáramos aquí y… —


— … —


Este era el enemigo que había sentado las bases para obstruir a fondo la investigación en Farsas. No debería haber sido una sorpresa que también hicieran algo al equipo de investigación.


El enemigo probablemente había robado la atención del grupo, había utilizado ruidos para crear confusión y teletransportado a quien había salido de la barrera a lugares aleatorios. Era culpa de Tinasha por no haber tomado precauciones contra esas acciones, pero había pensado que las cosas estarían bien si sólo se iba por un breve momento.


Ahora se maldecía por no haber tenido la previsión de dejar a Óscar inconsciente.


Sin embargo, nadie hubiera imaginado que se estaba culpando a sí misma con sus palabras.


— ¡Ese… príncipe… idiota! — Tinasha temblaba de rabia y los demás la miraban con temor.


Desesperada por calmarla, Sylvia dijo:


— Su Alteza estaba preocupado por usted, señorita Tinasha. Creo que debería volver pronto… —


— ¡De verdad que tengo que darle una severa reprimenda! — espetó Tinasha, tragándose su irritación y abriendo ambas manos para elaborar un hechizo sin conjuro. — Voy a detectar su ubicación. No creo que hayan ido muy lejos. — explicó.


Tinasha se habría dado cuenta si alguien se hubiera teletransportado más allá de la región desértica, pero tal y como había previsto, detectó la ubicación de algunas personas.


En un inicio, ya le había advetido que no estaba obligada a proteger a nadie más que a él, pero en realidad, Óscar era el único en quien Tinasha confiaba que estaría bien sin que ella acudiera en su ayuda. No podía decirse lo mismo de los demás que el enemigo había dispersado. Si ella no los recuperaba rápidamente, nadie podría imaginar el peligro que podrían correr.


Mientras repetía el hechizo de detección, manifestó tres pequeñas esferas de luz en sus manos para iluminar el camino y proporcionar protección. Luego, las envió al aire, donde volaron hasta que una de ellas se estrelló contra algo y regresó volando.


— ¿Qué? — dijo Tinasha, sorprendida.


Había hecho un ruido metálico, y varias formas surgieron de la niebla.


Aunque llevaban armadura y espadas, era evidente que no estaban vivas.


Sylvia al ver sus cuencas oculares vacías soltó un grito agudo.


— ¡Muertos! ¡Esqueletos! — gritó.


— Vaya, sí que están muertos. — murmuró Tinasha.


Innumerables cadáveres, cuya carne hacía tiempo que se había podrido, se tambaleaban hacia ellos.


Dentro de la barrera, el mago Doan frunció el ceño.


— Esa armadura tiene el escudo de Druza... Algunas también tienen crestas de Farsas. —


— Fantasmas de hace setenta años… —


Las bajas de la guerra habían sido colosales, y numerosos soldados habían sido enterrados apresuradamente en el campo de batalla.


Al parecer, alguien había resucitado sus cuerpos.


Los seres que se tambaleaban buscaban sus espadas, como si no supieran que estaban muertos. Muy lentamente, los muertos en movimiento fueron rodeando al grupo de investigación por todas partes.


Un oficial del ejército tomó una decisión.


— Vamos a contraatacar. Los que partieron no lograrán regresar a este ritmo. —


— … Supongo que tienes razón. — admitió Tinasha.


Podrían quedarse encerrados dentro de la barrera, pero eso significaría renunciar a recuperar a los que se habían perdido.


Preparada para combatir, Tinasha desenvainó su espada y dio una orden al dragón que llevaba al hombro.


— ¡Nark, ve en busca de Óscar y tráelo de vuelta! Es el hombre de ojos azules que estaba aquí antes. Tiene una marca, así que lo reconocerás, ¿de acuerdo? Si está con alguien más, recógelo también, pero no te los comas. —


El dragón lanzó un alarido, y tanto su cuello como su cola se deformaron mientras la criatura crecía y se alargaba. De esta manera, se expandió hasta que su cuerpo escarlata tuvo el tamaño de un caballo.


Lanzando una mirada de soslayo al aturdido grupo, el dragón batió sus alas y se adentró en la niebla.


Tinasha ni siquiera se molestó en ver partir al dragón. En cambio, salió de la seguridad de su barrera.


Un soldado esquelético intentó apuñalarla, pero Tinasha lanzó el arma de la criatura por los aires, y luego utilizó su propia espada para cortar la cabeza del cadáver.


— Cuando todo el mundo esté de vuelta, nos retiramos. Hasta entonces, conténganlos. — ordenó Tinasha.


— Te secundaré. — dijo Sylvia, corriendo detrás de ella.


Los demás hicieron sus propios preparativos de batalla.


Los muertos hechizados fueron estrechando su círculo alrededor del grupo, pero poco después, el sonido del acero cortado surgió en medio del horrible espectáculo. Sin embargo, no había un final aparente para los soldados fallecidos a quienes cortaban con sus armas.


༄ ༄ ༄


La aproximación de pasos arrastrados resonó en el aire húmedo, mientras el hedor a moho y suciedad era abrumador, al igual que la tentación de tener arcadas.


Meredina luchó contra el impulso de gritar mientras luchaba. Si hubiera estado sola, seguramente ya se habría unido a las filas de los muertos vivientes.


Después de conseguir rechazar con dificultad un ataque con un sable largo desde lo alto, se tambaleó por el impacto. Otra espada salió de la niebla, apuntando a su costado, la cual no pudo esquivar, pero otra espada repelió lo que habría sido un golpe mortal.


— ¿Estás bien? —


— Su Alteza… Gracias. — dijo Meredina.


Óscar también había sido presionado en la contienda sin fin aparente, pero ni siquiera había sudado. Su firme presencia era tranquilizadora, y Meredina tomó aire.


Al mismo tiempo, una sensación de amargura le hizo sentir un dolor en el pecho.


— Vamos a forzar el paso y a volver. Estoy segura de que está a salvo. —


— Yo también lo creo, pero técnicamente soy su protector. — respondió Óscar, con la mirada buscando a Tinasha a través de la niebla.


Sus palabras parecían que sólo tenía un sentido del deber hacia ella, pero Meredina sabía que era algo más que eso.


Por ello, reprimió un suspiro de desconsuelo, pues estaba segura de que Óscar no se había dado cuenta. Por el momento, simplemente parecía sentir que tenía que proteger a la chica que había traído consigo.


Sin embargo, al observar las circunstancias desde otro punto de vista, se revelaba algo más. Como la clara sonrisa que Tinasha había mostrado a Óscar cuando salieron del castillo… y cómo le había atraído al instante.


Hasta ese momento, el príncipe había considerado a Tinasha como un adorable gatito.

Pasaba la mayor parte del tiempo con ella, pero le importaba poco su aspecto exótico o su magia.


Meredina era probablemente más consciente de esos atributos que Óscar… y estaba torturada por secretos sentimientos de inferioridad. Todo empeoró cuando se enteró de que su rival había acudido a Als para entrenar y que era incluso mejor con la espada que ella misma. Sabía que no era necesario compararse con aquella mujer, pero no podía evitar un sentimiento de derrota por el mero hecho de saber que existía una némesis así.


Aun así, Óscar también tuvo que saber algo al ver esa sonrisa…


Tal vez esa Tinasha no era una niña indefensa bajo su protección sino, por el contrario, alguien con quien pasaría el tipo de tiempo que no prescindiría de nadie más.


— Está bien, Su Alteza. A estas alturas, estoy segura de que ha regresado y le está esperando. —


— Meredina. — dijo Óscar, agradecido por sus palabras.


Probablemente no tardaría mucho, ya que el señor de Meredina era perspicaz y pronto se daría cuenta de sus propios sentimientos, pero hasta que eso ocurriera, mientras él no fuera consciente, todo lo que ella podía hacer como su súbdita era alertarle contra ello.


Haciendo a un lado sus sentimientos agridulces, volvió a tomar su espada.


— Lamento ser una carga para usted. Voy a despejar el camino. —declaró Meredina.


Sabía que cuando volviera a ver a Tinasha, se sentiría irremediablemente celosa. Sin embargo, era una oficial del ejército y debía atenerse a sus obligaciones sin dejarse llevar tan despreocupadamente. Si no lo hacía, estaría defraudando a su viejo amigo Als.


Los cadáveres animados blandieron sus espadas contra ella, pero incluso así avanzó, pisoteando las armaduras caídas.


El anillo que los rodeaba era interminable, y Óscar intervino disculpándose justo cuando ella empezó a entrar en pánico.


— Siento haberte causado problemas. —


Un destello atravesó la atmósfera.


Sin hacer ruido, el soldado inerte que estaba a punto de atacar a Meredina se desplomó. Seguidamente, todos sus cómplices en la zona cayeron al suelo del mismo modo.


Conmocionada, Meredina miró a Óscar.


Un golpe de su espada había atravesado la niebla. Mientras destrozaba los cadáveres que se tambaleaban, acribillándolos sin piedad, una punta de espada se dirigió a su mano izquierda vacía. Sin embargo, a pesar de estar sin armas, algo destrozó la espada en el instante en que tocaba su mano.


— ¿Qué… fue eso…? — preguntó Meredina.


— Dejemos esto entre nosotros, pero tengo una barrera protectora que puede neutralizar casi cualquier ataque. Siento haberte arrastrado a esto. —


— ¿Qué? — Meredina se quedó atónita, pero al sentir que se acercaba un ataque enemigo, levantó su espada para enfrentarse a él.


Mientras trotaba tras su señor para alcanzarlo, escuchó el sonido de unas enormes alas batiendo desde la retaguardia.


La niebla se dispersó al instante, y consciente de que algo se había posado detrás de ella, se volvió hacia los fuertes vientos, donde vio dos ojos rojos y feroces que la miraban.


— … ¿Un dragón? ¿Uno de verdad? — dijo Meredina, incrédula.


— Se ha hecho muy grande, ¿eh? Parece que realmente se puede montar en él. — señaló Óscar.


En respuesta a sus comentarios, el dragón respondió con un alarido estridente.


༄ ༄ ༄


— ¡Ahora sólo quedan Su Alteza y Meredina! —


— ¡No mires para otro lado! —


Rugidos furiosos surcaron el aire desde el campo de batalla mientras Tinasha rechazaba los ataques con su espada mientras extendía su magia para buscar en el paisaje.


El lago rebosaba de magia, pero eso por sí solo no era suficiente para ensortijar a esos cadáveres y hacerlos caminar. Era obvio que debería haber alguien, en algún lugar, que los controlara. Tinasha tenía que averiguar quién, y rápido.


Fuera quien fuese el responsable, debía ser consciente de ello, porque parecía estar en constante movimiento, pues su ubicación era difícil de precisar.


Tinasha cortó el brazo de un soldado caído que estaba atacando a Sylvia.


El apéndice hecho trizas voló por el aire, cayendo en la niebla.


— ¡Gracias! — dijo Sylvia, jadeando de sorpresa.


Tinasha le sonrió.


— No te preocupes. Solo falta un poco más. —


Entonces, como si respondiera a la voz de su amo, un agudo alarido llegó desde lo alto.


El dragón carmesí desplegó sus alas, atrapando una corriente ascendente y descendiendo lentamente. En su lomo viajaban un hombre y una mujer.


El hombre saltó del lomo del dragón antes de que éste tocara el suelo.


Tinasha lo miró con frialdad.


— ¡Te espera una reprimenda! —


— Lo siento. — se disculpó.


— ¡Todos, entren en la barrera! —


Tras esa orden, el grupo se retiró al interior de la semiesfera roja. El dragón también aterrizó dentro de ella, con Meredina a cuestas, mientras los cadáveres errantes estrecharon aún más su perímetro.


Ante esto, Tinasha envainó su espada y comenzó a recitar un hechizo.


Reconoce mi voluntad como ley, transformador que reposa en la tierra y sobrevuela el cielo. Controlo tus llamas y te invoco. Reconoce mi mandato como cada concepto de tu manifestación.


Una esfera en llamas apareció en las palmas de la bruja, y entonces la tomó en su mano derecha.


— ¡Arde! — En un instante, el fuego conjurado se volvió cegadoramente brillante.


La abrasadora esfera se convirtió en olas de llamas. Con un rugido atronador y un poder temible, el fuego de color carmesí se extendió en todas las direcciones.


En un instante, las ondulantes llamas consumieron el enjambre de muertos vivientes, reduciéndolos a cenizas. Gritos sin voz de agonía mortal recorrieron el páramo, mientras los vientos calientes soplaban hacia la barrera.


Sylvia había girado instintivamente su cabeza para evitar el impacto, pero cuando abrió los ojos, no vio nada más que un terreno llano más allá de la barrera donde se encontraban. Lo único que quedaba del ejército de cuerpos era el olor a cenizas que flotaba en el aire.


— Supongo que eso fue todo. Por fin lo he eliminado. — dijo Tinasha, quitándose el polvo de las manos.


Ante lo sucedido, los demás se quedaron atónitos ante la fuerza de su magia después de haberla presenciado a tan corta distancia.


Meredina bajó del dragón y miró a Tinasha con temor. Sintió que por fin entendía por qué Als se había referido a Tinasha como “aterradora”.


Óscar era el único que estaba tranquilo. Observó la zona y soltó un leve susurro.


— La niebla ha irrumpido totalmente; eso es genial. —


Las llamas habían envuelto toda la extensión de terreno, dispersando la espesa niebla.


Ahora la extensión maldita estaba completamente despejada. Óscar se dio la vuelta y acarició la cabeza de la bruja.


— Tinasha, un zombi ha sobrevivido al fuego. — observó.


A cierta distancia se encontraba un anciano con una túnica de mago. Lucía tan demacrado que podría haberse confundido fácilmente con un esqueleto, y miraba a la pareja con los ojos oscurecidos.


Tinasha se fijó en él y frunció el ceño.


— Parece que se ha defendido. —


El viejo mago clavó su mirada en ella y habló con una voz inesperadamente sonora:


— Ha pasado mucho tiempo… No pensé que te volvería a ver en mi vida. —


Empezando por Óscar, todos lanzaron una mirada interrogante a Tinasha, pero ella los ignoró. Solo se limitó a mirar al hombre con displicencia, y él continuó.


— Al vislumbrar ese traje y tu belleza casi me engaño y creí que había ido setenta años atrás. Bruja de la Luna Azul, ¿haces esto de nuevo en memoria del hombre al que amaste? —


Las palabras del hombre hicieron que todos, excepto Óscar y Tinasha, soltaran un agudo jadeo. Sylvia estaba asombrada y con pánico, mientras que otros soldados levantaban las manos sin motivo.


Detrás de Óscar, Meredina habló con voz temblorosa:


— Bruja… ¿Es eso cierto? —


— Lo es. — respondió Óscar, sonando sombrío por alguna razón.


Tinasha, por su parte, no prestó atención a las acciones de los que estaban detrás de ella y se enfrentó al viejo mago con una sonrisa fascinante.


— Has envejecido bastante. En su momento, apenas eras un niño. No sólo te has quedado calvo, sino que te has secado por completo. — comentó, y el anciano soltó una sonora carcajada.


Se frotó la cabeza, poco más que piel y huesos ahora.


— Hace tiempo que debería estar muerto. No todo el mundo es como tú. —


Tinasha resopló ligeramente.


— Has llegado a parecerte bastante a tu maestro tanto en el habla como en la apariencia… Es repugnante. —


— ¿Mi maestro, aquel al que le cortaste la cabeza? Eso es todo un cumplido. —


Dramáticamente, el extraño anciano extendió ambas manos.


Reconociendo eso como el desafío que era, Tinasha desenfundó casualmente su espada y salió de la barrera.


— Ya que nos hemos vuelto a encontrar, ¿qué tal si yo también tomo tu cabeza? Puedes arrodillarte y dar las gracias a tu maestro por sacrificarse. — La sonrisa de la bruja era escalofriantemente cruel, así como hermosa.


Tinasha blandió su esbelta espada, y con un sonido crepitante, un rayo azul se enroscó alrededor de la hoja.


Pero antes de que pudiera dar otro paso adelante, el viejo mago se desvaneció con la misma intensidad de la niebla que minutos antes había invadido el lugar.


— No soy lo suficientemente fuerte como para luchar contra ti, así que me despediré ahora. Quizá tú también debas volver pronto a casa. O tal vez eso sólo ocurra después de una o dos muertes, ¿eh? —


Su presencia desapareció en una nube de risas guturales. Una vez que se extinguió, un silencio cayó sobre el grupo.


Tinasha se quedó pensativa durante un breve instante, pero pronto guardó su espada y se dio la vuelta.


Le sacó la lengua infantilmente.


— Se ha escapado. —


— ¿Alguien que conoces? — preguntó Óscar.


— En la guerra de hace setenta años, era uno de los magos drusos que controlaban a la bestia demoníaca. —


— La bestia demoníaca… — reflexionó Óscar, con la mano en la barbilla.


Tinasha volvió a la barrera, y Sylvia se dirigió a ella vacilante.


— Umm… Señorita Tinasha, ¿usted realmente es… la Bruja de la Luna Azul? —


— Siento haberlo mantenido en secreto, no quería asustar a nadie. — admitió Tinasha.


En su rostro no quedaban rastros de la crueldad que tan fácilmente había adoptado momentos antes. Su sonrisa actual contenía tenues tintes de soledad.


A Sylvia le dolió el corazón al verla. Al mismo tiempo, la maga se sintió un poco avergonzada de cómo habían temido a las brujas sin saber demasiado sobre ellas.


— Ah, yo… —


— No, no. Las brujas son criaturas que dan miedo. No te preocupes por eso. — aseguró Tinasha, interrumpiendo a Sylvia con un movimiento de cabeza.


De esta manera, la bruja le dedicó una sonrisa solemne, encantadora y también algo distante.


En cuanto a Sylvia, contuvo lo que estaba por decir. Luego, Óscar levantó la vista y habló.


— Volvamos por ahora. Tenemos que prepararnos con efectivos y equipo. —


La decisión del príncipe heredero tranquilizó a todos. Quedarse donde estaban sólo provocaría más inquietud.


Los miembros del grupo se examinaron unos a otros, y luego emprendieron el viaje de vuelta. Afortunadamente, la visibilidad en tierra era ahora más clara.


Óscar puso una mano en la cabeza de la bruja a su lado.


— Los caballos no se quemaron, ¿verdad? —


— Probablemente no… — Ella le dedicó una sonrisa de preocupación.


Posado en el hombro de su ama, el ahora pequeño dragón bostezó.


Los caballos estaban efectivamente vivos y esperaban donde los habían dejado. La niebla seguía siendo espesa en esa zona. Sin demora, el grupo partió, regresando a la fortaleza de Ynureid. Durante el trayecto, Óscar y Tinasha cabalgaban uno al lado del otro.


— ¿Crees que su objetivo es traer de vuelta a la bestia demoníaca? — preguntó Óscar.


— Con toda probabilidad, sí. Es bastante preocupante. — respondió Tinasha.


Desde atrás, Doan, el mago, intervino.


— ¿No es posible que estén preparando algo más? —


— Me temo que no. Parece que hay algunos malentendidos… Ellos no crearon a la bestia demoníaca. Sería el fin del mundo si los humanos comunes pudieran ser capaces de crear algo así. Lo más probable es que un núcleo de algún tipo entrara en el lago mágico, y absorbiera cada ola de magia que llegaba… Después de cientos de años, eso se convirtió en lo que ahora conocemos como la bestia demoníaca. — explicó Tinasha.


— ¿Entonces todo lo que hicieron fue controlar a la bestia? — presionó Doan.


— La cuestión es que no pudieron controlarla por completo. Sinceramente, no sé por qué quieren provocar problemas. —


Mientras hablaban, la niebla empezó a despejarse poco a poco. Después de cabalgar un rato, las columnas de la fortaleza aparecieron en el horizonte.


Sin embargo, al llegar a ese punto, Tinasha frenó su caballo y se detuvo.


— ¿Qué pasa? — preguntó Óscar.


La bruja desmontó y le dio las riendas a un soldado cercano.


— Sigue con todos los demás. Yo volveré a el lago. —


— ¿De qué estás hablando? — preguntó Óscar, desmontando de igual manera y acercándose a ella.


La respuesta de la bruja fue tranquila.


— Sospecho que el enemigo quiere que aprovechemos esta oportunidad para retirarnos y prepararnos. Están tratando de deshacer el sello tan rápido como puedan. No les daré tiempo para hacerlo. Atacaré ahora. Ese saco de huesos puede creer que se ha escapado, pero voy a perseguirlo. — Dijo mientras levantaba el dorso de su mano derecha.


El cristal de su muñequera vibraba de un color rojizo oscuro, como si contuviera una llama parpadeante, a lo que Óscar se quedó sin palabras.


Miró fijamente a su protectora y entonces…


— Tú… ¿Te lo pusiste con la intención de hacer esto todo el tiempo? Nunca fue tu objetivo ir sólo a investigar. —


— Por supuesto que no. — replicó Tinasha al instante, sin emoción alguna en sus ojos.


Óscar la sujetó de su esbelta muñeca.


— Yo también iré. —


— ¡No de nuevo! — gritó Tinasha, sintiéndose totalmente exasperada.


Hizo una mueca de enfado, con la impresión de querer darle a Óscar una bofetada. En un intento de liberarse, se elevó en el aire y lo miró, pero el príncipe se mantuvo firme.


— Eres infinitamente capaz, y te admiro por querer hacerlo todo tú. Sin embargo, como futuro rey, tienes que aprender a valerte un poco más de los que te rodean. — le aconsejó Tinasha.


Como habría hecho una madre, puso una mano en la mejilla de Óscar. Él miró con cariño su mano, pero rápidamente volvió su mirada a la de ella y siguió sin ceder.


— Lo sé, y lo tendré en cuenta. Pero ahora no puedo. No pienso utilizarte así. — dijo.


— ¿No es por eso que me trajiste de la torre? — preguntó la bruja.


— No. — respondió Óscar.


— Reg me habría dejado ir. — razonó Tinasha.


— No me importa. — Óscar tensó su agarre.


La bestia demoníaca que dormía bajo la tierra era algo que Tinasha sólo había conseguido sellar. En ese entonces, ella había contado con el rey de Farsas y su ejército, por lo que era imposible que Óscar la dejara volver a intentarlo sola.


No obstante, también sabía que esa era sólo su excusa.


Hace setenta años, Tinasha había luchado casi con toda seguridad para proteger a los demás. Ella había dicho que no hubo más remedio que sellarla, lo que significaba que lo había hecho para evitar más muertes en el campo de batalla. Por lo tanto, aunque él la acompañase hasta el lugar, sólo estarían repitiendo el mismo error.


Incluso ante tal razonamiento, Óscar no quería dejarla ir sola.


— Su objetivo es Farsas. No puedo hacer que asumas sola esta responsabilidad. — afirmó.


— Tengo mis propias razones al respecto… Realmente no puedo permitirte ir. — respondió Tinasha, dirigiendo al príncipe una sonrisa de dolor.


Era una expresión idéntica a la que había tenido en el castillo.


Sus largos y brillantes mechones se agitaron, aunque ninguna magia los encantó.

Lentamente, parpadeó con sus ojos de obsidiana.


Era difícil discernir si Tinasha estaba recordando un acontecimiento concreto del pasado o simplemente se perdía en los pensamientos de sus numerosas vidas, así que le dirigió a Óscar una suave sonrisa.


— Nuestro contrato es sólo por un año. Por favor, no te avergüences de dejarme el trabajo pesado. —


— Tinasha… —


— Puedo lidiar con tus preocupaciones con bastante facilidad. — añadió ella, casi cantando.


Las palabras de Óscar se atascaron en su garganta al escuchar eso, puesto que todas las responsabilidades que había llevado durante toda su vida. Su sangre real, sus deberes, su maldición… ella las conocía todas y le dijo que las entregara, sonriendo al hacerlo.


Tinasha insistía en que nada de eso era pesado para ella y que Su alteza debía valerse de ello.


Fue así como los ojos de la bruja, del color de una noche sin luna, penetraron en los del príncipe.


— Óscar, he hecho un contrato contigo, y mientras sea tu protectora, prometo volver a ti sin importar dónde vaya o lo que haga. No moriré ante ti. Lo juro. — Su promesa sonaba casi como un juramento de matrimonio.


Óscar miró fijamente la mirada de Tinasha, la cual se sentía como si estuviera mirando un abismo sin fondo. Con esta acción se dio cuenta de que había sido ingenuo al pensar que era una joven despistada.


¿Cuántos años más había visto ella que él? Era imposible de imaginar, pues ahora no tenía forma de alcanzarlos. De hecho, lo único que sabía con certeza era que no tenía ninguna esperanza de acortar esa distancia.


Óscar reprimió un suspiro y suavemente, soltó su agarre de la muñeca de Tinasha.


— Está bien, ve. — accedió.


Tinasha le devolvió una suave sonrisa. Luego, levantó la mano izquierda y el dragón que llevaba en el hombro lanzó un alarido y voló por los aires. En esta ocasión, creció aún más que antes, hasta rivalizar con el tamaño de tres casas pequeñas.


— Espero que a partir de ahora confíes un poco más en mí. Más allá de mi apariencia, nunca he sido derrotada. — dijo Tinasha.


— Entonces yo seré el primero. — bromeó Óscar.


— … Primero tengo que buscar algunas contramedidas, así que dame un poco de tiempo… —


El dragón escarlata extendió su cuello y la hermosa bruja subió hasta su lomo.


Tinasha y su montura formaban un espectáculo fantástico, como si se tratase de un cuadro sobre un cuento de hadas. Todos aquellos quienes contemplaron la escena dejaron escapar un suspiro instintivo de admiración, su miedo a las brujas se mezcló con su admiración por Tinasha como persona.


Y mientras Meredina contemplaba a Tinasha, sintió que un curioso calor llenaba su corazón.


El dragón retrocedió un poco hacia el suelo y se quedó flotando delante de todos por un momento. Su enorme ojo izquierdo, aparentemente iluminado por las llamas, miraba fijamente a los soldados y magos reunidos, mientras Tinasha revisaba su equipo.


— Por cierto, cuando vuelvas… — empezó Óscar.


— ¿Cuando vuelva? —


— ¿Quieres casarte conmigo? —


— ¡No! ¡Y no lo hagas sonar como si fuese a morir! — Tinasha respondió de la misma manera que siempre, riendo.


Le dio una ligera palmada al dragón, que despegó hacia el lago mágico en una nube de polvo; y fue así como ambos desaparecieron en la niebla.


༄ ༄ ༄



Druza se encontraba al noroeste de Farsas.


Durante la guerra, Druza había sido la primera en atacar. En aquel momento, la nación había sufrido malas cosechas y esperaba adquirir las grandes extensiones de tierra y los abundantes recursos naturales de su vecino.


El ejército farsiano opuso una gran resistencia ante una invasión tan repentina, e hicieron retroceder a las fuerzas enemigas con una firme muestra de poderío militar.


Transcurrida sólo una semana, parecía que el conflicto iba a terminar, pero fue entonces cuando Druza despertó a la bestia demoníaca que dormía en el lago mágico y la soltó sobre Farsas.


La gigantesca arma mágica arrasó con el ejército farsiano.


Tal estrategia sin precedentes se hizo sentir en todo el continente. Sin embargo, la decisión de utilizar la bestia demoníaca había sido bastante arbitraria, puesta en práctica por un grupo de magos.


En realidad, el arma mágica no podía ser controlada por completo, y otros tantos drusos fueron aplastados bajo las garras del monstruo. El miasma que rodeaba a la bestia también parecía envenenar la tierra, reduciendo el campo de batalla a un páramo nebuloso y estéril durante muchos años.


Por esa razón, las bajas sufridas por la bestia demoníaca superaron las dos mil en ambos bandos.


Todos desesperaron ante su abrumador poder, pero el monstruo fue finalmente sellado por la bruja que había estado acompañando al rey de Farsas.


Después, aquella bruja asesinó a casi todos los magos que habían desatado a la bestia, y los que escaparon a su matanza encontraron su fin a manos de sus compañeros drusos.


Desde entonces, la bestia demoníaca durmió bajo tierra, y el campo cubierto de niebla conoció por fin la paz, al menos en la superficie.


Y tras el paso de siete décadas, la misma bruja que había derrotado a la bestia había llegado a esta tierra una vez más.


— ¡Deprisa, rompe el último hechizo del sello! ¡No hay tiempo! — gritó el viejo mago en cuanto regresó a la caverna subterránea.


— ¿Justo ahora? Pero el hechizo de control no se ha completado… — respondió sorprendido un joven mago.


— ¡No me importa! ¡Comienza el conjuro para romper el hechizo final! ¡La bruja lo sabe! — ordenó el anciano.


— ¡¿Lo sabe?! — El mago más joven pareció comprender la gravedad de la situación, así que corrió hacia las profundidades de la caverna.


Tosiendo, el viejo mago lo siguió.


— … No permitiré que esto termine aquí. — murmuró.


Después de la guerra, Druza se había dividido en varias naciones más pequeñas. La ciudad natal del anciano pertenecía ahora a la más indigente de entre todas las zonas destrozadas de Druza. Por este motivo, pensaba utilizar el poder de la bestia demoníaca para reunificar Druza, destruir Farsas y salvar su lugar de nacimiento.


En pos de ese objetivo, ofrecería su propia vida y la de sus camaradas innumerables veces.


— … Todavía no he terminado; sólo acabamos de empezar… —


Arrastrando su rígido y maltrecho cuerpo, el viejo mago llegó por fin al lugar para romper el hechizo, donde más de diez magos estaban ya reunidos en el sitio. Todos estaban unidos por el mismo deseo, aunque diferentes razones les habían llevado a ello.


Más allá de esta caverna flotaba un patrón de hechizos de color blanquiazul, tan intrincado que apenas parecía hecho por el hombre. Este hechizo de configuración múltiple, increíblemente detallado, era el mismo sello que la bruja había construido para terminar la guerra, y más allá, dentro de una enorme cueva, había un ojo gigante cerrado.


El ojo era negro en sus bordes, y su tremendo tamaño hacía difícil distinguirlo como lo que era, a menos que se viera desde la distancia. Un largo pelaje plateado recubría el enorme cuerpo de la bestia, que en su mayor parte estaba velado por la oscura cueva y no podía distinguirse.


Las únicas partes visibles del gran monstruo eran las iluminadas por el sello, pero la criatura debía de tener las dimensiones de un pequeño castillo.


Cuando se veía en su totalidad, la bestia se asemejaba a un lobo gigante, desde sus ojos hasta la forma de su hocico.


Su inconmensurable magia llenaba el aire, haciendo que su presencia fuera casi imposible de ignorar, sin mencionar que la bestia dormida era enigmática, aunque terrible. Para despertar a esta temible criatura, cinco magos ya habían comenzado a recitar el conjuro.


El viejo mago los dejó para mirar hacia abajo en la cueva. Preguntó a un mago arrodillado detrás de él:


— ¿Cuánto tiempo llevará? —


— Necesitaremos tres días… — respondió el mago.


— Tres días… El ejército de Farsas tardará más o menos ese tiempo en llegar, así que debería ser tiempo suficiente. — dijo el anciano.


— Comprendo. — respondió el mago arrodillado.


Entonces se escuchó el sonido de algo cayendo al suelo, y desconcertado, el mago más joven miró hacia donde se había originado.


La cabeza recién decapitada del viejo mago yacía en el suelo.


— ¿Qu-qué…? —


El joven sorprendido apenas pudo pronunciar una palabra antes de sentir un frío en la nuca. Murió antes de darse cuenta de lo que había ocurrido.


La tragedia terminó en un instante.


Un mago que se encontraba a la sombra de una roca, concentrado en su conjuro con los ojos cerrados, se dio cuenta de que ya no podía escuchar el recitar de sus compañeros.


Sospechando algo, miró hacia donde se encontraban… para luego quedarse con la boca abierta de horror.


Un charco de sangre se extendía por el suelo y sus compañeros estaban boca abajo en el charco carmesí. La cabeza de su líder, el anciano, se encontraba en el suelo cortada.


Su rostro mostraba una expresión incrédula.


— ¿Qué…? —


El mago que había estado bajo la sombra de la roca se cubrió la boca con una mano.


El hedor de la sangre en el aire asaltó su nariz, y la escena era tan espantosa que se sintió mareado.


Lo que más le aterrorizó fue la presencia de la joven que se hallaba en el centro del mar de sangre, la cual sostenía una espada teñida de rojo intenso.


La aterradora mujer sonrió al verle.


— Supongo que me he olvidado de uno. — dijo alegremente, y un terror paralizante se apoderó del hombre.


Se desplomó, incapaz de hablar.


La diminuta pero no menos imponente joven se acercó a él despreocupadamente.


— ¿Qué ocurre? ¿No quieres deshacer el sello? —


Tartamudeando, el hombre asintió y los ojos oscuros de la chica se abrieron de par en par, para luego sonreír.


— Entonces lo abriré para ti. — Golpeó su espada contra la pared, sacudiendo la sangre que se adhería al arma antes de envainarla.


Luego levantó una mano hacia el sello, y en medio del espeso hedor de la sangre, lo que más destacaba era que la misteriosa joven parecía estar iluminada por la luz de la luna.


— Canta, vieja admonición. Que las cadenas creadas hace tiempo se pudran con mi mandato… — Era un encantamiento claro y resonante.


Mientras el sello estaba activo, nadie podía acercarse a la bestia demoníaca. Lo mismo ocurría con la bruja que había puesto el hechizo por primera vez. Levantó la mano derecha y deshizo el complicado sello, mientras que, a un lado, el mago la miraba, con el rostro pálido.


El hechizo estaba compuesto por siete patrones más pequeños, los cuales uno a uno, se fueron deshaciendo a medida que las manos de la bruja trabajaban y al cabo de unos instantes, el patrón de hechizos desapareció.


Muy lentamente, los ojos de la bestia comenzaron a abrirse.


༄ ༄ ༄


Apenas el grupo de investigación atravesó las puertas de la fortaleza de Ynureid, un súbito temblor hizo que el suelo oscilara bajo sus pies.


Asustados, los caballos relincharon frenéticamente y sus jinetes miraron hacia atrás, luego escucharon fuertes estruendos que resonaban en la dirección del lago mágico.


Ese sonido sugería algún tipo de derrumbe o colapso, por lo que Sylvia palideció.


— ¿Es eso… la bestia demoníaca? — Sonaba casi demasiado asustada como para preguntar.


Su gente parecía asustada, pero Óscar no dijo nada.


Observó los páramos con una mirada aguda durante unos segundos antes de sacudir ligeramente la cabeza y dar una orden.


— Entremos. No queremos que los caballos se vayan corriendo. —


— ¿Pero qué pasa con la señorita Tinasha…? — preguntó Sylvia.


— Nos dijo que estará bien. Ella se encargará. — tranquilizó Óscar.


Sin duda, nadie, incluido el prínciper, conocía realmente la verdadera forma de Tinasha, la bruja más fuerte de toda la tierra firme, una encarnación del poder abrumador.


Después de la Edad Oscura que había asolado la tierra durante eones, llegó la era actual: “La Edad de las Brujas”. La llamaron así porque Tinasha y sus compañeras brujas utilizaban su poder para dirigir el curso de la historia.


Si una de ellas se enfadaba, podía destruir un país de la noche a la mañana.


Eso era algo que hasta los niños pequeños sabían, pero hasta ahora, Óscar nunca había considerado que Tinasha fuera ese mismo tipo de criatura. Sin embargo, sabía que algún día lo sabría.


Eso era lo que significaba haber firmado un contrato con la Bruja de la Luna Azul.


Mientras el resto del grupo seguía arremolinándose, Óscar atravesó la puerta y desmontó, a lo que Doan se dio cuenta y se volvió a mirar.


— ¿Qué pasa, Su Alteza? —


El área inmediata más allá de las puertas de la fortaleza era plana y austera.


Los árboles que había cerca de la puerta habían sido despejados para asegurar una línea de visión sin obstáculos cuando se miraba desde el frente del bastión.


Óscar miró a su alrededor antes de desenvainar repentinamente su Akashia, y con solo un movimiento, se elevó del suelo y avanzó varios pasos en un instante. La hoja de su poderosa arma cortó el aire con una velocidad aterradora.


Para todos los demás, parecía no estar cortando nada, pero un trozo de tela gris oscura manchada de sangre surgió de repente de la nada. Doan, que había estado observando, comprendió inmediatamente y dejó escapar un grito ahogado.


Akashia había cortado una barrera invisible, revelando la túnica del mago que se escondía en ella.


— ¿Quién eres tú? ¿También estás con ese viejo mago? — preguntó Óscar.


— … Maldita sea. Sabía que tenías buenos instintos, pero no me esperaba esto. — dijo el joven, mirando su túnica rota y riendo.


Tenía un rostro juvenil y el cabello castaño claro. Sus ojos, del mismo color, estaban llenos de ansiedad, pero tras observarlo bien, Óscar recordó algo.


— Tú… has venido del festival, ¿no es así? Así que nos has estado siguiendo desde que te separaste de Tinasha. ¿La has estado vigilando todo este tiempo? —


— Por supuesto que no. Ella me descubriría enseguida, y de hecho, ha estado intentando localizarme. — El comentario del hombre reveló que era consciente de que Tinasha le estaba buscando.


Alguien que podía discernir las acciones de una bruja y escapar era más que un enemigo promedio.


Imperceptiblemente, Óscar cambió su balance al adoptar una postura más firme.


Apretando su vientre, el hombre esbozó una sonrisa de dolor.


— Tranquilo, sólo quería darte un consejo. —


— ¿Un consejo? —


— Sí, es algo que tu protectora se muere por saber. Te agradecería que le transmitieras el mensaje. Estoy seguro de que se alegrará. —


— Lo más probable es que se enfade conmigo. Si hay algo que quiere saber, es más que capaz de averiguarlo por sí misma. — replicó Óscar, y la sonrisa del hombre se endureció.


Parecía estar a punto de decir algo, pero se lo pensó mejor y suspiró.


— Realmente es… tan molesto que los dos sean así. Son demasiado inteligentes para hablar con suavidad. Por eso siempre termino teniendo que recurrir a formas de contraatacar. — dijo.


— Deja de bromear. ¿Eres tú quien asesinó a nuestro mago? — presionó Óscar.


— Lo único que hice fue decirles que evitaran una investigación. Ellos decidieron cómo hacerlo, y mi papel es siempre decirle a alguien lo que tiene que hacer. Cómo lo hagan es cosa suya. —


— Sí que hablas en círculos. ¿Quieres decir que no estás con los magos de Druza? —


Este hombre era claramente un mago, y además desprendía un aura desagradable.

Tinasha había dicho que el hombre que vio en el festival ocultaba una buena cantidad de magia; tal vez esa fuera la razón.


— No pertenezco a ningún país. Estrictamente hablando, tampoco soy tu enemigo. Sólo tengo negocios con la bruja. —


— Ya veo. ¿Así que tienes alguna cuenta pendiente? En ese caso, muere aquí. — Antes de que Óscar terminara de hablar, se abalanzó sobre el hombre.


Su espada, que podía atravesar todas las barreras mágicas, se dirigía ahora hacia el mago de cabello castaño.


Sin embargo, la espada no consiguió dar en el blanco, sino que golpeó una roca que había aparecido repentinamente de la nada y rebotó. Mientras los ojos de Óscar se abrían de par en par por la sorpresa, su oponente lanzó un hechizo de transferencia.


Un segundo antes de que el propio hechizo de captura de Doan pudiera alcanzarlo, el hombre desapareció.


Doan rechinó los dientes en señal de frustración por haber fallado apenas al mago sospechoso.


— Lo siento mucho, Su Alteza… no pude atraparlo. —


— No, no te preocupes. ¿Qué sucede con esta roca? ¿De dónde ha salido? —


A los pies de Óscar yacía una gran piedra del tamaño de un gato. Parecía haberse formado de la nada para bloquear a Akashia.


Doan explicó con una expresión de amargura:


— La transportó desde donde estaba antes. Un movimiento bastante rápido. —


Akashia podía disipar cualquier magia, pero sólo era ligeramente más fuerte que una espada normal cuando se trataba de objetos físicos ordinarios, por lo que, si alguien que lo supiera y se adaptara a ello, sería definitivamente un complicado adversario.


Tras comprobar que el hombre se había marchado de verdad, Óscar sacudió la sangre de Akashia.


— Tenía la intención de matarlo… —


Mientras su objetivo fuera Tinasha, Óscar pretendía eliminar a ese hombre.


Al menos, Óscar razonó que debería haber sido capaz de detenerlo mientras Tinasha luchaba contra la bestia demoníaca.


Sin embargo, lo único que había conseguido era un primer golpe, y a juzgar por el tacto del corte, sabía que no había infligido una herida mortal, pero tampoco había sido un golpe de gracia.


Entonces, Doan negó con la cabeza.


— Aunque le atiendan esa herida, no podrá hacer ningún movimiento durante un tiempo. —


— Así que me las arreglé para castigarlo. La próxima vez, acabaré con él. — prometió Óscar.


En ese instante, otro temblor recorrió el suelo y Óscar miró en dirección al lago mágico. La niebla había envuelto el lugar como un gigantesco capullo, y su bruja estaba en algún lugar dentro de la misma.


༄ ༄ ༄


En medio de una nube de polvo, Tinasha flotó en el cielo y miró debajo de ella. La fuerza del despertar de la bestia demoníaca había provocado un violento derrumbe.


Lo más probable es que el mago sobreviviente y sus hermanos muertos estuvieran ahora enterrados allí.


Tinasha llamó a su dragón mientras éste surcaba el cielo.


— Nark, será peligroso, así que quédate atrás hasta que esto termine. —


El dragón acató la orden de su maestra y se alejó hacia una lejana nube de polvo y niebla.


Los escombros del suelo se iban despejando poco a poco, y en medio del lago mágico, un lobo plateado gigante levantó la cabeza y miró a Tinasha.


Tenía una piedra roja incrustada en su frente de pelaje plateado. La hostilidad brilló en sus ojos carmesí cuando la gigantesca criatura los fijó en la pequeña bruja del cielo.


Tinasha sonrió beatíficamente.


— Han pasado setenta años. ¿Has dormido bien? —


Este primer encuentro entre los dos desde la guerra iba a traer seguramente la muerte a uno u otro. La bestia demoníaca debía saberlo tan bien como Tinasha.


Su pelaje plateado comenzó a emanar un débil brillo en preparación para la batalla.


Su cantidad pura de magia podría haber rivalizado con la de los compañeros brujos de Tinasha.


— La fuerza de un mago no se mide sólo por su cantidad de magia. — dijo Tinasha, levantando su mano derecha.


En respuesta a la acción, una esfera de luz apareció sobre ella.


La esfera, cegadoramente brillante, se expandió rápidamente y comenzó a emitir un ruido ensordecedor. Los relámpagos brotaron en largos filamentos que se arremolinaron alrededor del orbe brillante, por lo que la bestia demoníaca soltó un aullido estruendoso en respuesta.


La amenaza se propagó por todos los espacios disponibles, y la bestia demoníaca abrió la boca y liberó una poderosa onda de choque.


Tinasha saltó a un lado, esquivando el ataque preventivo de la bestia. Sin demora, lanzó la esfera de luz hacia la boca aún abierta de su oponente.


Justo antes de que la esfera llegara a sus fauces, ésta se agachó, por lo cual, la luz blanca impactó en la frente de la criatura. Pero, su largo pelaje plateado absorbió de algún modo las chispas de la esfera al tiempo que disipaba el ataque.


— ¿Cuán esponjosa es esta cosa…? — murmuró Tinasha.


Una de las razones por las que había tenido tantos problemas con la bestia demoníaca hace setenta años era su gran resistencia a la magia.


Cualquier cosa que no fuera un ataque total no le haría ni un rasguño. Si Tinasha hubiera utilizado algún ataque lo suficientemente potente como para superar esa increíble defensa, los humanos de los ejércitos reunidos no habrían escapado con vida.


Fue precisamente ese fue el motivo por el que había decidido sellarla.


— Sabía que lo sería, pero esto sí que es complicado. — refunfuñó Tinasha cuando la bestia demoníaca intentó acribillarla con sus afiladas garras.


Volando por el aire, la bruja se acercó a los pies de la bestia, y entonces, sacó un cilindro que llevaba atado a la pierna y rompió la pequeña tapa.


Una pequeña esfera roja rodó hasta la palma de su mano, y vertió un hechizo en ella.


— Crece en plenitud, con mi determinación… —


Un segundo golpe de las garras del gran lobo no tardó en llegar.


Mientras Tinasha saltaba del suelo para evitar su muerte, lanzó la esfera roja impregnada de hechizo a las patas traseras de la bestia. La bola atravesó el pelaje plateado de la bestia con la precisión de un cuchillo para clavarse profundamente, e incrustándose en la carne bajo el pelo de la bestia.


Un momento después, la pata de la criatura estalló con una salpicadura de sangre y carne.


Un aullido de indignación rasgó el aire. La bestia buscó a Tinasha con ojos de espantosa furia y observó a su enemiga de pie sobre el lago mágico.


Con la esperanza de hacerla pedazos, el lobo gigante abrió la mandíbula de par en par.


— Oh, no, no lo harás. —


Mientras las gigantescas fauces de la bestia se cernían, Tinasha levantó una barrera defensiva para resistir el ataque. Volviendo a flotar en el aire, miró la pata trasera destrozada de su oponente y vio que la carne destrozada ya había comenzado a regenerarse.


Un pelaje plateado brotó sobre la herida recién curada.


— Setenta años no han servido para retrasar tu recuperación. — dijo Tinasha con sarcasmo.


Luego sacó otra bolita roja del cilindro, y volteando en el aire, apuntó esta vez a las patas delanteras de la bestia. El lugar al que apuntaba estalló con un sonido ensordecedor.


"Si la Bruja de la Luna Azul no hubiese estado con el rey Regius hace setenta años, la bestia demoníaca podría haber arrasado hasta la ciudad del castillo".


La mayoría de los eruditos estaban de acuerdo con esta postulación hecha por un famoso libro de historia.


En términos de características, la bestia demoníaca poseía un exterior resistente a la magia. Además, su enorme cuerpo estaba dotado de una resistencia física inagotable, una fuerza muscular capaz de aplastar bosques y una resistencia asombrosa. Tales capacidades eran más de lo que los humanos podían enfrentar y permitieron al monstruo atravesar decenas de miles de soldados.


Incluso los países que habían permanecido neutrales en la invasión drusa hacía Farsas, estaban alterados mientras se apresuraban a tomar cualquier tipo de medida para combatir aquella pesadilla andante.


Al final, se habían preocupado para nada, puesto que una bruja al servicio del rey de Farsas había aparecido en el campo de batalla, sellando a la bestia sólo medio día después de su primera aparición.


Pero una vez hecho su trabajo, la bruja desapareció de Farsas.


Tal vez había sellado al monstruo desbocado no sólo por Farsas, sino también por la seguridad de todos los demás países. Con este incidente, la gente se dio cuenta de lo poderoso que era el poder de una bruja, nuevamente.


Habían pasado setenta años, y la misma bruja había aparecido una vez más en nombre de otro titular del contrato para luchar contra la bestia demoníaca.


— Ooh, por poco. —


Las garras de la criatura rozaron el negro cabello de Tinasha.


Durante un rato, los dos habían estado intercambiando descargas de ataques mortales. Tinasha incluso había utilizado siete de las esferas explosivas, con lo que finalmente, el pelaje plateado de la bestia había empezado a absorber los ataques, provocando simplemente ondulaciones en su pelaje como si no hubiera pasado nada.

Tinasha, por su parte, empezaba a jadear por el esfuerzo de volar sin tiempo para descansar. Así que saltó en lo alto para esquivar otro golpe de garras, y luego volvió a mirar a la bestia desde el aire.


— No imaginaba agotarme tan rápido… Pero no puedo hacer nada en cuanto a mi resistencia. —


El esbelto cuerpo de Tinasha tenía sus límites, incluso si era una bruja.


El sudor se acumulaba en pequeñas gotas en su frente y cuello, el cabello se le pegaba a la piel, por lo que decidió colocarlo por encima del hombro, murmurando con autodesprecio:


— La verdadera prueba empieza ahora. ¿Se repetirá lo que ocurrió la última vez? —


De cualquier manera, uno de ellos iba a morir.


Tinasha aspiró profundamente y comenzó un encantamiento más simple.


Levántate. En la oscuridad, la jaula que te aprisionó permanece inmóvil, y lo que ves son sólo aquellos siete grilletes.


En respuesta, las esferas rojas incrustadas en la carne de la criatura la atravesaron y comenzaron a brillar. Nuevamente, la bestia dejó escapar un aullido de dolor mientras la luz brotaba de varios puntos de su cuerpo.


Una apacible invidencia que no busca ningún sentido. Duerme en la cueva de la estupidez que rechazaste.


La luz mágica que brotaba de las siete esferas se transformó en innumerables hilos, que se enroscaban unos a otros mientras ataban a la bestia y comenzaban a tejer un gigantesco hechizo.


Aunque el gran lobo luchaba por escapar, la configuración en forma de red se enroscaba flexiblemente alrededor de su gigantesco cuerpo y se negaba a ceder.


Una vez completado el hechizo y atada la bestia, Tinasha terminó el conjuro y recuperó el aliento.


— Lo siento, pero esta vez tendrás que morir. No ganarás nada quedándote aquí. —


La imponente bestia había venido al mundo como una criatura mágica y sólo había sido despertada para servir como herramienta de guerra. Su vida se había deformado terriblemente, pues se había convertido en una existencia insostenible.


Tinasha miró a la bestia con lástima en sus ojos. Nunca había deseado sentirse así.


Entonces, comenzó a recitar el hechizo que, por fin, la mataría.


Reconoce mi voluntad como ley, silenciador que llena todos los espacios. Sin mis palabras, no tienes poder. Que la luz de la muerte sea la definición…


Una enorme estructura hecha de luz apareció su cabeza. El patrón de hechizo circular giraba lentamente mientras empezaba a absorber la magia del lago mágico que había debajo.


Con ello, una cantidad aterradora de poder se acumuló sobre ella.


A medida que la luz surgía en la formación, la bestia se dio cuenta y miró hacia arriba.


El odio ardió en sus fieros ojos y se encontró con la oscura mirada de la bruja, cuando un gruñido grave salió de su boca amordazada, haciendo temblar la tierra. La sed de sangre y el vacío. Las dos personificaciones de sentimientos distintos se miraron fijamente.


Los segundos de silencio se prolongaron, pareciendo una eternidad...

Entonces, de repente, la bestia se levantó, rompiendo sus ataduras y arremetiendo contra la bruja.


— ¡ - ! —


Tinasha se despojó al instante de su capa, lanzándola contra los voraces colmillos blancos.


Tejida con magia, la tela se llenó de aire y se hinchó. La matriz de defensa incrustada en la tela se activó, erigiendo un muro de luz.


Sin inmutarse, los dientes de la bestia penetraron en la barrera sin apenas detenerse.


El enorme hocico de la bestia demoníaca se acercó a Tinasha y la atrapó antes de que pudiera escapar. Sus dientes se clavaron en su delgado vientre.


Había quedado atrapada en sus fauces.




— ¡Ahhh! —


La conmoción y el dolor cegador doblegaron el cuerpo de Tinasha como un arco. Se tragó el resto de la angustia, pero a cambio, su mente se quedó en blanco.


Entonces, la bestia abrió la boca para morderla de nuevo.


Tinasha comenzó a perder el conocimiento, pero se negó a desmayarse. Si lo hacía, el hechizo que había iniciado desaparecería, pues si no se mantenía firme en ese momento… todo habría sido en vano.


Las fauces de la bestia se abrieron de par en par cuando Tinasha utilizó toda la fuerza de su cuerpo para patear sus dientes. Un hechizo que brillaba en sus pies destrozó los colmillos de alabastro.


Aprovechó el impulso del retroceso para escapar de sus fauces.


Tinasha se llevó la mano izquierda al estómago, donde una profunda herida había empezado a derramar grandes cantidades de sangre.


— Este es el fin. — declaró .


Extendiendo su mano derecha por encima de su cabeza, una luz brillante comenzó a reunirse en su palma. El hechizo que dejó volar creció hasta alcanzar el tamaño del lago y se tragó a la gigantesca bestia plateada.


La tierra retumbó con un estruendo.


Un gran destello de luz surgió del lago mágico; tan intenso que era visible no sólo desde la fortaleza de Ynureid, sino también desde la ciudad castillo de la Vieja Druza.


Aquella luminiscencia blanca rasgó el cielo, y las ciudades lejanas temblaron, se estremecieron.


Un inhumano aullido de resentimiento resonó en el aire, penetrando en los oídos de todos los que lo escucharon.


A pesar de estos extraños sucesos, ninguno de los ciudadanos de la Vieja Druza se atrevió a acercarse al lago mágico. Aunque ahora era un territorio sin dueño, seguía siendo el lugar de muchos recuerdos amargos.


Así, el legado de una antigua guerra se desvanecía en secreto.


༄ ༄ ༄























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