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Capítulo I - Una maldición y la torre azul.

  • Foto del escritor: Lunae
    Lunae
  • 30 mar 2021
  • 31 Min. de lectura

En el páramo se alzaba una torre del más tenue azul celeste.


El terreno que la rodeaba era escaso, adornado sólo con unos pocos matorrales de hierba. En medio de ese páramo, un joven a caballo miraba la elevada torre.


— Así que ésta es la torre donde vive una bruja. — No había ni una pizca de emoción en su tono mientras contemplaba la colosal estructura.


El joven de cabello tan oscuro que era casi negro, poseía ojos de un azul intenso, del mismo color que el cielo después de la puesta de sol.


Por la calidad de su vestimenta y su aspecto agraciado, denotaba una elegancia innata, pero eso no quería decir que fuese frágil, ya que su fornido cuerpo también desprendía un aura de preparación constante, tanto que si alguien lo viera, lo compararía con un comandante en primera línea de un campo de batalla a pesar de su corta edad.


A punto de desmontar y subir a la torre, se escuchó una voz nerviosa detrás de él, que le hizo detenerse.


— S-Su Alteza, realmente no deberíamos… —


— Silencio, Lazar. ¿Qué sería de mí si vacilara aquí? — Respondió sacudiendo la cabeza con exasperación, se dio la vuelta.


El joven al que acababan de llamar Alteza era Óscar, el príncipe heredero del reino de Farsas, las tierras que se extendían al este de la torre.


La réplica de Óscar al asistente, un amigo de la infancia que había traído consigo como único acompañante, rebosaba confianza.


— Después de todo, hemos conseguido escapar del castillo. ¿No sería absurdo que volviéramos ahora? Es sólo una breve visita turística. —


— ¡Nadie va a la casa de una bruja a hacer turismo! —protestó Lazar.


Una bruja.


Sólo había cinco en todo el continente, y tal vez debido a su inmenso poder, eran tratadas como algo distinto a los demás.


La Bruja del Bosque Prohibido.


La Bruja del Agua.


La Bruja que no puede ser invocada.


La Bruja del Silencio.


La Bruja de la Luna Azul.


Estos eran los nombres comunes de las cinco. Estas brujas sólo aparecían cuando ellas mismas lo deseaban, utilizando su magia omnipotente para suscitar catástrofes y luego desaparecer rápidamente. Durante los últimos cientos de años, habían llegado a simbolizar el miedo y la calamidad.


De este quinteto, la que poseía la magia más poderosa era la Bruja de la Luna Azul, la cual había erigido una torre de color azul en los bosques más allá de las fronteras de cualquier país y vivía en su cima. Se decía que concedería el deseo de cualquiera que pudiera subir al pináculo de su gran torre, pero a medida que se corría la voz de que tales desafiantes nunca regresaban de la torre, cada vez menos gente se atrevía a acercarse a ella.


Oscar y Lazar habían llegado a esta peligrosa torre con un propósito específico.


— Se lo dije, es tan peligroso como pensaba. ¿Qué hará si la bruja magnifica tu maldición? — Preguntó Lazar.


— Me encargaré de eso si es que llega a suceder. Además, no tengo ninguna otra pista, ¿verdad? —


— Todavía hay otras alternativas… Estoy seguro de que si buscamos, encontraremos algo… —


Oscar escuchó las súplicas de Lazar mientras desmontaba su caballo, luego tomó la espada larga de su montura y la colocó de nuevo en su cinturón porta-espadas.


— Mencionaste otras alternativas, pero no se ha encontrado ninguna en quince años. Así que primero, me reuniré con la Bruja de la Luna Azul y le preguntaré cómo romper la maldición. Si esto es un callejón sin salida, volveré a la Bruja del Silencio que me maldijo en primer lugar y haré que la deshaga. Infalible, ¿verdad? —


— ¡No es infalible en absoluto! — exclamó Lazar, sonando al borde de las lágrimas cuando finalmente desmontó de su propio corcel.


Su delgado físico y desgarbado era totalmente inadecuado para la batalla.


No portaba armas, pero eso se debía a que ambos partieron con mucha prisa, pues Lazar corrió tras su señor, como debió de hacer cuando escaparon del castillo.


— Alteza, entiendo su sentir… ¡Pero la razón por la que nadie ha contactado con las brujas en quince años es porque es demasiado peligroso! Cualquier búsqueda de la Bruja del Silencio ha sido infructuosa, ¡y nadie que haya subido a la torre de la Bruja de la Luna Azul ha regresado! —


— Es cierto… Parece un poco alta para subir por las escaleras — Respondió Oscar.


Las paredes de la torre estaban hechas de un material cristalino de color azul que hacía que la estructura pareciera fundirse con el cielo. Óscar levantó la mirada para observar hacia arriba, directamente al tejado nebuloso e indistinto.


— Seguro que se me ocurre algo. — dijo.


— ¡No, no lo hará! Se supone que está lleno de trampas. Si le ocurriera algo, ¿cómo podría volver al castillo? ¿Qué diría? —


— En ese caso, sólo actúa como si estuvieras muy, muy triste. — Oscar se encogió de hombros y comenzó a alejarse.


— E-Espere. ¡Yo también voy! — Lazar observó a Oscar y se apresuró a enganchar los caballos de ambos a un árbol antes de correr tras él.


Todo había comenzado quince años atrás cuando una noche, la voz de una bruja resonó de repente en todo el castillo.


— Nunca más concebirás hijos, tampoco ese hijo tuyo. La sangre de tu familia hará un agujero en el estómago de una mujer. La familia real de Farsas muere contigo. —


Oscar no recordaba del todo las palabras exactas que la bruja había recitado al maldecirlos, pero lo que sí recordaba, era la silueta sombría de la bruja con la luna a sus espaldas y cómo los brazos de su padre habían temblado al abrazar a Óscar.


Con tan sólo cinco años, él no comprendía lo grave que era esa afirmación, simplemente había reconocido que algo malo debía haber sucedido por la forma en que el color se había desvanecido en el rostro de su padre.


Él era el único hijo del rey, por lo que esta maldición que amenazaba el linaje de la familia real era un secreto bien guardado. Pocos lo conocían, la mayoría eran magos y eruditos excepcionales que llevaban años buscando la forma de romperla.


En contraste con algo tan oscuro, el propio Óscar había sido un joven brillante y valiente que dominaba tanto la esgrima como la capacidad académica, tanto que debido a su brillantez y buena apariencia, muchos tenían grandes expectativas para su futuro, aunque no sabían nada de la maldición solían murmurar: "Con el tiempo, será un rey recordado en toda la historia", sin embargo, si la maldición no se rompía, todo lo que dejaría atrás sería un nombre nefasto.


A los diez años, comprendió lo que significaba la maldición y comenzó a buscar la manera de eliminarla. Desgraciadamente, por muchos libros que hubiera consultado o por muchas pistas que hubiera seguido después de practicar con la espada, Óscar no había encontrado ni una sola manera para conseguirlo.


Habían pasado quince años desde aquella noche.


Este hombre que algún día se convertiría en rey había viajado hacia el oeste, más allá de las fronteras de su país, y ahora se encontraba al pie de la torre azul donde vivía una bruja.


— Bueno, vamos. — Dijo Oscar.


— ¡No puede abrir la puerta tan insensiblemente! Sea más cauteloso. —


Con Lazar vociferando en su oído, Oscar abrió de un empujón las puertas dobles y entró.


Miró a su alrededor y se encontró en una sala redonda y espaciosa.


El centro era un atrio abierto, mientras que un pasillo en el lado derecho conducía hacia arriba. No se trataba de una escalera, sino de un camino suavemente inclinado que bordeaba la pared y se extendía hacia arriba en forma de espiral.


Óscar levantó la mirada; toda la torre parecía desierta.


— Supongo se ve tal como dicen los registros, o por lo menos la entrada lo es. —


— ¿Satisface esto su curiosidad? — Preguntó Lazar con estrépito.


— Sigamos adelante. Vamos, subiremos. —


Según los registros dejados en el castillo, la torre estaba plagada de varios puntos de control y la bruja concedería los deseos de aquellos que superaran estos retos y llegaran al piso más alto. Su objetivo era hacer precisamente eso.


Comprobando que su preciada espada seguía en su cintura, Óscar se puso en marcha con Lazar a cuestas.


No había barandilla en el pasillo, y entonces pudo ver que este conducía a un rellano redondo.


Una especie de enorme losa de piedra había sido colocada en el lugar, y se dirigió hacia ella mientras subía por el camino mientras Lazar le seguía tímidamente.


— Es peligroso, así que espera ahí. Volveré al atardecer. — Dijo Oscar.


— N-no… No podría hacer eso… — Respondió Lazar.


Durante bastante tiempo, Lazar había estado siguiendo a Oscar, empezando por la primera vez que Oscar había escapado del palacio, y Lazar había acabado en algunas situaciones desagradables por ello. Cada vez, había hecho llover quejas sobre la cabeza del príncipe, pero no parecía que pensara abandonar a su temerario señor.


Mirando a Lazar, Oscar sonrió débilmente antes de girarse para seguir subiendo.


Cuando ambos se acercaron al rellano, notaron que era del tamaño de una pequeña habitación y una lista de números estaba tallada en la losa de piedra del centro. Oscar empezó a pensar en soluciones mientras se acercaba a ella, y Lazar dijo con voz temblorosa:


— Su Alteza… Eso es… —


— Estoy pensando ahora. Lo más probable es que haya algún tipo de coincidencia. — dijo Óscar, cortándole.


— ¡Eso no! ¡Las serpientes! ¡Hay demasiadas! —


— Sí, puedo verlas. —


El suelo del rellano estaba repleto de serpientes retorciéndose. No había pared alguna que separara el rellano de la planta baja; lo cual impedía que las serpientes escaparan del rellano era probablemente algún tipo de barrera mágica.


Sin embargo, Oscar permaneció indiferente. Se agachó y sujetó la cabeza de una de las serpientes que sobresalía en el pasillo.


— No son venenosas, así que está bien. Sólo están aquí para estorbarnos un poco. —


Luego la lanzó por encima del hombro, ganándose un grito de Lazar, a lo cual no le dio importancia y se metió en medio de las serpientes. Cuando se acercó a la losa de piedra, apoyó la mano en su barbilla y reflexionó.


La roca había sido colocada para obstruir el paso hacia arriba, por lo que Óscar no podía avanzar. Lo meditó durante un momento, ignorando las serpientes que se enroscaban en sus pies, mientras Lazar lanzaba pequeños chillidos y se dirigía con cautela hacia su señor.


— Lo más probable es que éste sea el primer punto de control. — Asintió con los ojos puestos en la losa de piedra. — ¡Lo tengo! Se trata de una teoría matemática estudiada hace unos cien años en un pequeño país del este. Era famosa entre los matemáticos por ser un problema imposible de resolver. —


— ¿¡Imposible de resolver!? —


— En su momento, sí, pero alguien lo descubrió hace unos diez años. La bruja de esta torre sí que sabe lo que hace. —


Oscar extendió la mano y tocó la losa. El punto donde sus dedos se conectaron se iluminó con una tenue luz blanca. Siguiendo esa trayectoria, introdujo la respuesta, y entonces…


La gigantesca losa de piedra se desmoronó hasta convertirse en arena. Al mismo tiempo, las serpientes que se retorcían a los pies de Óscar se desvanecieron como si fueran totalmente ilusorias.


Asombrado, Óscar se quedó boquiabierto en el rellano, que ahora sólo se distinguía por una montaña de arena.


— Ya veo. Con que así es como funcionan las cosas. —


— … ¿No deberíamos ir a casa? — Suplicó Lazar.


— De ninguna manera, esto se ha vuelto interesante. —


Lazar persiguió a su animoso señor mientras continuaba la subida por el camino.


La cima de la torre estaba todavía muy lejos.





El viento que soplaba por las ventanas del último piso era siempre algo seco.


Una voz llamó en una sala grande y desordenada, con libros apilados por todo el suelo.


— Tenemos el primer invitado en mucho tiempo, Maestra. —


La persona que hablaba desde la puerta era un niño pequeño de aproximadamente cinco o seis años, a juzgar por su aspecto. Este joven tenía bonitos rasgos, pero en cambio se mostraba inexpresivo, lo que hacía difícil discernir su sexo. Su voz carente de emoción daba al extraño niño una cualidad similar a la de una muñeca.


El familiar de la bruja con forma de niño miró a la mesa. No había nadie.


Sobre la mesa se encontraba sólo una taza de té caliente. Llevaba más de una hora ahí, pero no mostraba signos de enfriamiento. La única persona que debería haber estado presente faltaba en este escenario.


Sin embargo, el asistente recibió una respuesta de inmediato.


— ¿Un invitado? Qué extraño. Pensé que todo el mundo se había olvidado de esta torre. —


— También hubo uno hace un mes. No pudieron resolver el primer rompecabezas de las losas de piedra y se quedaron sin tiempo. — Respondió el pequeño.


Las trampas de la torre cambiaban con regularidad, pero desde que se había puesto el primer punto de control con su reto actual, ni un solo aspirante había conseguido pasar.


Tal vez no habían pensado que tendrían que resolver un problema matemático imposible de entrada en una torre de la que se decía que tenía los obstáculos más difíciles de todo el país, pero tampoco había demasiados aspirantes para empezar, así que no era de extrañar que el dueño de la torre se hubiera equivocado.


El familiar alcanzó con su mente a sentir a los contendientes muy por debajo de ellos.


— Parece que los de esta vez están haciendo un progreso constante hacia arriba. ¿Desea echar un vistazo? —


— No. La verdadera diversión empieza en este nivel, si es que pueden alcanzarlo. —


— Efectivamente. —


Las brujas eran seres que estaban mejor al acecho en las sombras de la historia, y aunque se conocía el paradero exacto de ésta, muy pocos humanos podían pasar los peligrosos puntos de control de la torre. La bruja no tenía ningún deseo de revelarse, y se contentaba con esperar a que otros llegaran hasta ella.


Entonces, cantó en un tono claro:


— Ve, Litola. Cuando nuestros invitados fallen, asegúrate de ocuparte de las cosas. —


— Sí, maestra. —


Una brisa seca sopló.


El familiar al que había llamado Litola desapareció, y la bruja, flotando boca abajo en el techo, ladeó la cabeza para luego murmurar consigo misma, sosteniendo un libro abierto contra su pecho.


— Aunque estos dos avancen por el momento, nadie consigue pasar la primera bestia guardiana. —





Una espada de doble filo atravesó la garganta del león.


Oscar esperaba una salpicadura de sangre, pero no hubo ninguna y el león blanco, congelado en un ataque de salto, cayó al suelo abruptamente. Sin envainar su espada, observó de cerca el enorme cuerpo de la bestia. Esta era incluso más grande que un caballo.


— Pensé que el pelaje de esta cosa era sumamente blanco, pero resulta que ni siquiera era real. Supongo que es una especie de bestia guardiana alimentada por la magia. —


— Un león tan enorme es aterrador, pero el hecho de que su alteza no le tenga ningún miedo es aún más aterrador… —


— Sólo estoy calentando. Ahora me pregunto qué es lo que vendrá a continuación… —


Al salir de la sala donde había estado el león, los dos visitantes se encontraron de nuevo con el pasillo de la torre.


Óscar observó hacia el atrio abierto en el centro de la torre y aunque la vista hacia la lejana planta baja apenas se divisaba, era suficiente para hacer que cualquiera se sintiera mareado, pero en cuanto al príncipe, este se asomó sin miedo.


— Sería una caída mortal. — señaló.


— ¡Por favor, no se acerque tanto al borde! — Suplicó Lazar.


— Deberías haberme esperado en el fondo… —


Cuando Óscar miró hacia atrás, vio a Lazar deslizándose nerviosamente por la pared, lo que le hizo pensar que con esa actitud, quizá nunca llegara al último piso, sin embargo, el rostro de su acompañante estaba desesperado, pero decidido mientras gritaba: "No le dejaré morir solo aquí, su alteza.


— No pienso morir. — Respondió mientras blandía ligeramente su espada.


A lo largo del ascenso, se había encontrado con innumerables trampas y monstruos en forma de bestias guardianas, pero los había abatido a todas con facilidad y estaban a punto de llegar a la mitad de la torre.


Al principio, su mayor preocupación había sido la altura de la torre, pero como se había activado un dispositivo que los llevaba automáticamente al siguiente nivel después de desarmar una trampa, eso ya no era una preocupación.


Las trampas, por otra parte, ponían claramente a prueba la fuerza física, la potencia, el juicio y el intelecto de Oscar. Todo ello era igualmente necesario para superarlas.


— Supongo que normalmente se intentaría esto con un equipo de personas. — Reflexionó Óscar.


— Nadie ha sido tan tonto como para intentar escalar con sólo dos integrantes… —


— El último que llegó hasta el final fue mi bisabuelo, ¿verdad? —


— He escuchado que subió con un grupo de diez. Aunque, su Majestad el antiguo rey fue el único que llegó a la cima. —


— Ya veo… — Reflexionando sobre eso, llevó la mano que no sostenía la espada en ese momento a su barbilla.


Hace setenta años, Regius, su bisabuelo y rey de Farsas en aquel momento, había conseguido llegar a la cima de esta torre y recibió la ayuda de la bruja, sin embargo, al parecer eso le había acarreado algún tipo de deuda.


Hoy en día, era una historia contada sólo a los niños como un cuento de hadas.


— Ha sido un paseo por el parque hasta ahora. — Comentó Oscar.


— ¡Deberíamos ir a casa! — Volvió a quejarse Lazar.


— Puedes irte a casa. Eres un inútil de todos modos. — bromeó en respuesta con rotundidad mientras Lazar rompía a llorar angustiosamente.


Mientras conversaban, la siguiente puerta apareció frente a ellos. A partir del quinto piso aproximadamente, los controles no se habían realizado en los rellanos conectados al pasillo, sino en cámaras separadas.


Sin dudarlo, Óscar abrió la puerta y contempló, en medio de la sala, un par de estatuas de piedra aladas del doble del tamaño de un humano. La escena habría hecho llorar a cualquier niño, pero solo pareció limitarse a expresar sus despreocupados pensamientos.


— Esas sí que parecen moverse si te acercas a ellas. —


— ¡Sin duda! ¡Se moverán! ¡Salgamos de aquí! —


— En serio, deberías esperar fuera… —


Oscar respiró profundamente y preparó su espada. Al hacerlo, la piel pétrea de las estatuas se transformó en un color negro hechizante.

Sus cuencas oculares vacías brillaban en rojo mientras desplegaban sus enormes alas y sin hacer el menor ruido, se elevaron en el aire.


Oscar hizo una señal con la mano izquierda y Lazar se apresuró a pegarse a la pared e inmediatamente después, una estatua voló hacia él.


El monstruo negro se abalanzó rápidamente, como un ave de rapiña que se lanza a por su presa, pero justo antes de que sus afiladas garras pudieran desgarrar su cuerpo, Óscar saltó ágilmente hacia la izquierda. Como si lo hubiera estado esperando, la segunda estatua eligió ese momento para lanzarse hacia él.


— Ups. —


Esquivando sus garras con su espada, hábilmente se escabulló entre los atacantes y se acercó por detrás. Sin esfuerzo, pero con una fuerza fenomenal, cortó un ala de la primera estatua.


La criatura herida lanzó un grito desgarrador, a lo que el príncipe volvió a levantar su espada hacia el monstruo enroscado en el suelo. Todo había sucedido en un instante.


— Maestra, los invitados han llegado ya a la sala de las estatuas de piedra. —


Al escuchar la explicación de su familiar, la bruja sonrió un poco mientras hervía agua.


— Es increíble. ¿Cuántos? —


— Dos… No, en realidad, uno. —


Este hecho debería haber sido sorprendente, pero la bruja sólo se reservó a levantar una ceja.


Desde hacía décadas, nadie había llegado tan lejos, sin importar el tamaño de su grupo.


Debería haber sido imposible para una sola persona manejar la sala de la estatua de piedra y un aspirante a alcanzar la cima no podría defenderse adecuadamente de dos enemigos tan ágiles y rápidos que pudieran volar sin que alguien distrajera a uno, permitiendo al primero luchar contra el otro.


En esa sala habían abandonado más aspirantes que en ninguna otra.


— Pensé en preparar un poco de té, pero parece que ya no tiene sentido. Ya que nuestro invitado ha llegado hasta aquí, supongo que debería sacar el premio por el espíritu de lucha. —


— Parece que lo va a superar con bastante facilidad. —


— … ¿Qué? —


Espantosos gritos resonaron en la amplia sala.


Un monstruo con una espada clavada en su ojo derecho lanzaba un grito desgarrador, mientras que su compañero yacía tirado en el suelo, su gigantesco e inmóvil cuerpo se desintegraba lentamente en partículas negras las cuales se desvanecían en el aire.


El enemigo restante se abalanzaba sobre él con su brazo izquierdo, mientras un líquido negro goteaba de su ojo derecho.


Fortalecido por la rabia del monstruo, ese golpe amenazaba con una muerte instantánea si encontraba su objetivo.


Sin embargo, el ataque no alcanzó más que el aire vacío.


Óscar esquivó el mortal golpe con sus formidables reflejos y lanzó un tajo para cortar el cuello del monstruo. Su cabeza cayó al suelo con un sonido sordo y la enorme estatua sin cabeza se balanceó de derecha a izquierda para finalmente caer al suelo.


— ¿Así que eso es todo? Es un poco molesto. —


Oscar sacudió su espada para sacudir la sangre. Miró hacia atrás y vio que Lazar le dirigía una mirada llena de alivio.


— Me alegro de que no esté herido… — Dijo.


— Habría estado peor que herido si hubiera recibido un golpe de esas cosas. — Bromeó Óscar mientras miraba al frente.


Mientras las estatuas caídas desaparecían, un punto en el fondo de la sala comenzó a brillar débilmente. Aparentemente el mecanismo que los transportaría al siguiente piso comenzó a funcionar.


— Vamos. —


Oscar se puso en marcha hacia el dispositivo y fue entonces cuando toda la habitación comenzó a temblar violentamente.


— ¡¿Qué está pasando?! — Oscar gritó.


Miró a su alrededor y notó que se habían abierto agujeros por todo el suelo.


La habitación que se derrumbaba parecía ser parte de una trampa y el resto del suelo también comenzaba a derrumbarse lentamente hacia dentro.


— ¡Deprisa, Lazar! — Miró por encima de su hombro y luego dio un grito de sorpresa.


Había un agujero gigantesco entre él y Lazar, que seguía contra la pared.


Lazar estaba bloqueado.


Óscar sabía que podía dar el salto, pero era imposible que Lazar saltara una distancia tan grande.


Tomando una decisión, Oscar giró sobre sus talones para correr hacia Lazar.


— ¡Espérame! —


Con cada segundo que pasaba, la habitación se derrumbaba, revelando el distante primer piso.


El camino hacia el mecanismo de transporte se había derrumbado en gran parte; apenas quedaban trozos que parecían peldaños.


Lazar levantó las manos delante de él, instando a su señor a alejarse.


— Su alteza, por favor, siga sin mí. —


— ¡¿Estás loco?! ¡Vas a caer! —


— No, estaré bien. Lo siento mucho, pero voy a volver primero. — Dijo Lazar.


Su rostro estaba pálido, pero mantuvo una sonrisa mientras hacía una profunda reverencia.


— Por favor, sigua adelante… Estaré esperando con todo mi corazón el día en que te conviertas en rey. —


Continuó el asistente que había sido una constante al lado de Oscar desde que ambos podían recordar. Lazar no levantó la cabeza y su voz temblaba ligeramente, pero también contenía una nota de templada determinación.


— ¡Espera, Lazar! — Oscar se mostró asustado.


Extendió una mano en vano. Al momento siguiente, con un intenso rugido, el suelo bajo Lazar cedió.


Quedaban cinco pisos.


Todos ellos presentaban abstrusos rompecabezas o poderosos monstruos, pero Óscar se abrió paso a través de cada uno de ellos de forma desapasionada. Era como si hubiera subido a la torre solo desde el principio, pues incluso sin Lazar, Óscar no tuvo problemas en la batalla.


Sin embargo, una indescriptible sensación de abatimiento le invadía todo el cuerpo.


Óscar imaginó que cuando su bisabuelo había subido a esta torre setenta años atrás con un grupo de diez amigos y había sido el único en llegar a la cima, debió de sentir lo mismo.


Mientras el pensamiento se cernía en su mente, llegó finalmente a la puerta del último piso.


Lo primero que le llamó la atención al abrirla fue el increíble paisaje que se veía a través de la enorme ventana de la cámara, después de todo, era el último piso de la torre, por lo que la vista dominaba los confines de la naturaleza.


El sol estaba ocultándose y Óscar se quedó sin palabras ante la grandiosa vista natural teñida de rojos y morados, pues nunca había contemplado la tierra desde tan alto.


La habitación era grande y desordenada. A lo largo de las paredes, se habían apilado desordenadamente diversos objetos misteriosos, desde espadas y cajas, hasta frascos y estatuas. También pudo ver un gran número de objetos mágicos mezclados. Aparte del desorden de la parafernalia contra las paredes, todo lo demás se parecía a la habitación de cualquier persona normal.


— Bienvenido. —


Una delicada y fina voz que parecía provenir del punto ciego más alejado de la cámara llamó su atención.



— He preparado un poco de té. Toma asiento. —


Aun empuñando su espada, Oscar avanzó con cautela.


En el interior, el espacio seguía repleto de objetos, igual que en la entrada.


En el lado izquierdo, junto a la ventana, pudo ver una pequeña mesa de madera y un par de tazas que humeaban, entonces respiró hondo y se armó de valor para dar otro paso al frente.


Ella estaba de pie, de espaldas a él.


— Tu compañero está durmiendo en el primer piso. No está herido. — Dijo la bruja, dándose la vuelta y sonriéndole. — Es un placer conocerte. Me llamo Tinasha, aunque no hay mucha gente que me llame por mi nombre. —


Su suave saludo era tan ligero que casi parecía anticlimático.


Oscar se sentó en la silla que ella le había indicado y comenzó a interrogarla.


— ¿Eres una bruja? No lo pareces. —


— Qué tontería cuestionar la apariencia de una bruja. — Tinasha negó con la cabeza, encontrando extraña la inquisición de Oscar.


A todas luces, parecía una hermosa joven de dieciséis o diecisiete años. No llevaba una túnica negra, ni era una bruja encorvada. Estaba cubierta con un vestido ordinario de tela de alta calidad con el que parecía fácil moverse.


Entonces, la bruja tomó asiento frente a Oscar.


La chica tenía un aspecto excepcional. Cabello largo y negro, piel blanca como la porcelana. Sus ojos eran del color de la más profunda noche, con la forma de la oscuridad, mientras que su belleza era algo melancólica y a la vez serena, lo cual la hacía más llamativa que cualquiera de las jóvenes nobles que Oscar había visto antes.

— ¿Has usado la magia para cambiar tu apariencia? — Le cuestionó Oscar, expresando una ingenua duda.


— Haces preguntas muy inoportunas. Todo es natural. — respondió ella.


— Pero has vivido cientos de años y no tienes ninguna arruga. —


— Sí que he vivido muchas veces más que los humanos. El crecimiento de mi cuerpo simplemente se ha detenido, eso es todo. — Respondió mientras llevaba una taza de té a sus labios en forma de pétalos rojos.


Óscar se sintió completamente deshecho; esta chica era tan diferente de lo que él había imaginado que era una bruja.


Al parecer, Tinasha había esperado esa reacción y sonrió con ironía mientras animaba la conversación.


— ¿Y bien? Ahora es tu turno de hablar, ¿no crees? Eres la primera persona en llegar hasta aquí por su cuenta. Deberías decirme tu nombre. —


Oscar se enderezó ante la pregunta. La nobleza y la majestuosidad emanaban de él con naturalidad, transformando todo su porte.


— Me disculpo. Soy Oscar Lyeth Increatos Loz Farsas. —


Al escuchar su apellido, los ojos de la bruja se abrieron ligeramente.


— ¿Farsas? ¿La familia real Farsas? —


— Así es, soy el príncipe heredero. —


— ¿Descendiente de Regius? —


— Soy su bisnieto. —


— Woooooooooowww. — dijo Tinasha, mirándolo de arriba abajo con una mirada escrutadora.


— Ahora que lo pienso, se parecen un poco… ¿Tal vez? Aunque se notaba en su rostro lo simpático que era Regius. —


— Perdón por ser desalmado. — Bromeó Oscar con frialdad, y la bruja soltó una carcajada.


— Lo siento, seguro que eres un buen hombre. Reg era demasiado puro y podía ser en ocasiones un poco infantil… —


Mientras Tinasha hablaba, miró por la ventana, y por un momento, Oscar pudo ver algo más que nostalgia en sus ojos.


Aquellos ojos negros pertenecían inequívocamente a alguien que había vivido durante mucho tiempo, y las emociones que nadaban en ellos convencieron a Óscar de que se trataba realmente de la Bruja de la Luna Azul.


Sin embargo, cuando Tinasha le devolvió la mirada, todos esos sentimientos se desvanecieron como si nunca hubieran estado allí.


Sonreía como lo habría hecho cualquier otra joven y a Oscar se le ocurrió de repente preguntar algo.


— ¿Vives aquí sola? —


— Tengo un familiar. ¡Litola! —


En respuesta a la llamada de su amo, Litola apareció silenciosamente en la puerta. El familiar sin género se dirigió a Oscar y se inclinó.


— Es la primera vez que nos encontramos. Me llamo Litola. Tu compañero está bajo un hechizo y duerme profundamente, así que lo cubrí con una manta. —


— Oh, te lo agradezco. —


Lazar estaba a salvo, y hasta ahora, Oscar no había detectado que Tinasha albergara ninguna hostilidad. Era como si solo estuviera disfrutando de tomar el té, por lo que Óscar levantó la taza que tenía delante y un aroma reconfortante le hizo cosquillas en la nariz.


Todo aquello estaba muy lejos de la impresión que le habían dado los cuentos plausibles que se susurraban sobre esta torre.


— ¿Qué ocurrió con la gente que vino aquí y nunca volvió a casa? ¿Acabaron en alguna fosa común? —


Tinasha frunció el ceño abiertamente.


— No digas que la gente está metida en agujeros. No quiero cadáveres en la torre. Dispongo de las cosas de tal manera que no mueran. —


— Si una de esas estatuas de piedra les diera un golpe, morirían. —


— En el momento en que se produce una herida mortal, son devueltos al primer piso. Después, ajusto los recuerdos de los aspirantes descalificados y los teletransporto a algún lugar del continente. La mayoría de mis visitantes son aquellos que buscan poner a prueba sus habilidades o codician la fama. Supuse que estaban dispuestos a pagar un precio de ese orden, como mínimo. —


La sonrisa de Tinasha se tornó dulce y bondadosa. Mientras bebía un sorbo de té, destilaba la dignidad de la dueña de esta torre. La elegancia de sus acciones, unida a su belleza, habría hecho difícil no confundirla con un miembro de la familia real, eso si no fuera por el inusual entorno.


Cuando los ojos de Oscar se abrieron un poco, Litola intervino.


— Sin embargo, en el caso de los que venían por cosas como querer curar a su hijo enfermo de muerte, mi maestra concedía esas peticiones, aunque los aspirantes fallaran. —


— No hables por hablar. —


Tinasha parecía avergonzada y desvió la mirada de Oscar.


El aire intimidatorio que había tenido hace un momento se desvaneció, y ahora parecía incluso más joven de lo que aparentaba.


La impresión que Oscar tenía de la bruja cambiaba constantemente, hecho que le resultaba gracioso.


— Es difícil entenderte. —


— Está bien si no lo haces. —


La respuesta enfurruñada fue adorable.


— ¿No vas al pueblo? Escuché que las otras brujas se presentan ante la gente más a menudo que tú. —


— Sólo si hay algo que tengo que ir a buscar yo misma… Aunque no quiero interferir irreflexivamente en la vida de los humanos. Mi poder no es algo que deba ser empleado por capricho. —


— Ya veo… Si tan solo la Bruja del Silencio pudiera tomar una página de tu libro. —


Tinasha ladeó la cabeza al ver que Oscar soltaba de repente el nombre de otra bruja.


— ¿Tiene eso algo que ver con la razón por la que has venido hasta aquí? — preguntó.


— … Por eso me gustaría que revocaras la maldición. —


En respuesta a su pregunta, Oscar había explicado los acontecimientos de aquella noche de hacía quince años.


Frunciendo el ceño, Tinasha había escuchado con los brazos cruzados y para cuando él terminó de hablar, ella dejó escapar un profundo suspiro.


— ¿Por qué te lanzó una maldición como esa? —


— Mi padre no quiere hablar de ello, así que no se lo he preguntado. Al parecer, tiene algo que ver con mi madre, que murió antes de que sucediera. —


— … Ya veo. —


Por un momento, los ojos de Tinasha se entrecerraron como si se hubiera dado cuenta de algo, pero antes de que Óscar pudiera desconcertarla, su expresión volvió a la normalidad. Dejó de cruzar los brazos y se golpeó ligeramente la frente con el dedo índice.


— Debo anticiparte que una maldición no siempre puede ser revocada. —


— ¿Qué quieres decir? —


— Lo que llamamos magia está organizado bajo reglas comunes y funciona en base a eso, pero una maldición no sigue reglas. El lenguaje… No son sólo palabras; también abarca todos los métodos de comunicación no verbales, como el lenguaje corporal, por lo que las palabras que elegimos llevan el significado que definimos para ellas, y verter magia en las mismas es lo que la convierte en una maldición. Por supuesto, esto es diferente dependiendo de la persona que es maldecida… así que en casos extremos, si no se define una forma de romper la maldición en el momento en que se pronuncian las palabras, ni siquiera el lanzador puede deshacerla. —


— … ¿Entonces no se puede romper? —


— No se puede, pero por otro lado, las maldiciones no son cosas de poder excepcional. Bloquean o desvían el flujo de energía natural, dependiendo de la voluntad del individuo. No tienen el poder de matar a alguien directamente. Como mucho, actúan de forma indirecta… pero no son inevitables. —


Sintiéndose dudoso ante tal explicación, Oscar hizo otra pregunta.


— ¿Pero esta maldición no es muy fuerte? —


— Sí, la tuya supera los límites normales. Eso es porque lo que te han puesto no es en realidad una maldición sino algo más parecido a una bendición o protección. —


— ¿Qué? —


Oscar se quedó boquiabierto y Tinasha se levantó de su asiento. Inclinando su esbelto cuerpo sobre la mesa, le extendió su blanca mano.


Su piel era tan pálida que hacía pensar en la nieve recién caída. Con solo una mirada a los dedos de la bruja mientras se acercaban, y Oscar no pudo moverse.


Pero la suave palma de la mano de la bruja no lo tocó, sino que rozó su cara con sus dedos sin llegar a tocarla, y de repente, un emblema rojo surgió en el lugar donde Tinasha casi lo había acariciado.


— ¿Qué es eso? —


— He visualizado la bendición que se ha depositado sobre ti. Pero esto es sólo una parte. —


Tinasha retiró la mano y el emblema desapareció tan rápidamente como había aparecido, para luego volver a sentarse.


— Las bendiciones y las maldiciones se lanzan básicamente de la misma manera, pero la dirección del poder es diferente. Se toma la energía que ya está aquí y se la potencia. En tu caso, te han colocado algo bastante fuerte, debido al poder que tenía el lanzador. Lo que se te ha lanzado se aprovecha de eso y probablemente envolverá a cualquier niño que concibas con una tremenda energía mientras esté en el útero, protegiéndolo, por lo tanto, el cuerpo de una madre normal no podría soportar algo así. —


Oscar se sintió inusualmente sorprendido por una explicación tan inédita y se sentó atónito, mientras que frente a él, la bruja lo miraba con lástima.


— Um, ¿entonces lo que me estás diciendo es que, después de todo eso, no puedes deshacerlo…? — preguntó Oscar.


— Si pudiera analizar lo que te han lanzado, podría usar magia para reducir los efectos, pero el encantamiento forma parte de ti desde hace casi veinte años… Así es la Bruja del Silencio. —


Como si entrecerrara los ojos ante algo difícil de ver, Tinasha centró su mirada en el pecho de Oscar.


— Lo siento mucho por ti, pero… —


— Oye… —


Se hizo un silencio incómodo en el lugar, y el ambiente pesado parecía que iba a durar para siempre, sin embargo, Tinasha lo rompió levantándose de un salto y dando una ligera palmada.


— Ya que has venido hasta aquí, al menos haré lo que pueda para ayudar. —


Mientras hablaba, sacó un cuenco de agua poco profundo de los rincones de la habitación y lo puso sobre la mesa. El interior estaba tallado con diseños mágicos, y la poca agua que contenía brillaba a la luz del sol del atardecer.


— ¿Hay algo que puedas hacer? — Preguntó Oscar.


— Hay una simple contramedida. —


Volviendo a sentarse, la bruja colocó su mano derecha sobre el cuenco de adivinación. En el mismo, aparecieron ondas en la superficie del agua, aunque no había habido viento.


— Como la cuestión radica en que la madre no podrá soportar el poder protector que lleva el bebé, debes elegir a una mujer fuerte que sí pueda. —


— … Eso es sencillo. Pero… ¿Existe una mujer así? —


— Seguramente habrá una o dos en algún lugar del continente… O eso es lo más probable. Buscaré con énfasis en el poder mágico y la resistencia mágica, así que ignora todo lo demás. —


La imagen de un bosque lejano apareció en la superficie del agua y Oscar se presionó la frente con tanta fuerza que le iba a dar dolor de cabeza.


— ¿Y si es la esposa de alguien, una anciana o una niña? —


— Si está casada, está fuera de los límites, y no podemos hacer nada al respecto. Sin embargo, podemos arreglar la vejez con magia… Si es una niña, entonces es genial; ¡puedes criarla para que sea lo que quieras! Las diferencias de edad de veinte años son normales en una familia real, después de todo. — Respondió Tinasha con una sonrisa. — Sin embargo, todavía no he empezado a buscar, así que, por favor, sé optimista. —


— De acuerdo… — Sintiendo que realmente tendría un ataque de migraña, Oscar se sujetó la cabeza con ambas manos.


A pesar de las esperanzas que había tenido al enfrentarse a la torre, sus peores temores habían sido confirmados por la bruja, y ahora esto estaba sucediendo. Es más, parecía que quien le había lanzado una "maldición" en primer lugar no podía ni siquiera quitarla, por lo que estaba realmente en un problema.


¿Realmente no había otras opciones? Reflexionando sobre cómo ahora tenía que ser "optimista", algo se le ocurrió de repente.


— Tinasha. —


— ¡Whoa! ¿Qué sucede? —


— ¿Te he asustado? —


En respuesta a su sorpresa, un poco de agua salpicó la mesa aunque ella no la había tocado, Tinasha se secó la mano derecha que se le había mojado.


— Bueno, eso fue porque casi nadie me llama por mi nombre… — Respondió.


— Pero fuiste tú quien me lo dijo. —


— Lo siento. —


La bruja tomó un paño que le ofreció Litola y limpió el agua de la mesa. Tras doblar el paño, volvió a preguntar:


— Entonces, ¿de qué se trata? —


— Ah, eh… ¿Y tú? —


Tinasha parecía no entender la pregunta y se señalaba a sí misma con expresión de desconcierto.


En respuesta, Oscar replanteó su pregunta con más claridad.


— ¿Podrías resistir la magia de la Bruja del Silencio? —


— Fácilmente, pero… Aguarda… —


Tinasha finalmente comprendió, y su rostro palideció visiblemente.


— Bien, entonces, ya está solucionado. — Oscar se acomodó en su silla y se apresuró a beber lo último de su té.


Tinasha se levantó de un salto de su asiento, con el rostro pálido cual fantasma.


— O-Oye, espera un momento… —


— Eres un baluarte comparado con una mujer que podría ni siquiera existir. Mi deseo como campeón de la torre es que bajes de esta y seas mi esposa. —


Oscar hizo la petición con total confianza, como si fuera su derecho, a lo que Tinasha se quedó helada, pero pronto sus pequeñas manos golpearon la mesa.


— ¡No puedo hacer algo así! —


— Dijiste que harías lo que pudieras, ¿no? — Replicó Oscar.


— ¡Hay límites! No puedo. —


Divertido, Oscar la observó gritar hasta quedarse sin palabras.


— ¿Entonces estás casada? —


— Nunca he estado casada. —


— ¿Sales con alguien? —


— Nu-Nunca lo he hecho. —


— Dijiste que había formas de arreglar la vejez. —


— Sí, soy vieja, ¡pero es tan irritante que me lo reiteres! Y no se trata de eso. —


Tinasha se inclinaba sobre la mesa, con una sonrisa retorcida y un sudor frío empezó a salpicar su frente.


— No es prudente introducir una bruja en el linaje de la familia real. El consejo real vomitaría sangre solo con la idea. —


— Me gustaría ver eso… —


Oscar esquivó perezosamente sus desesperados intentos de resistencia, y la bruja se desplomó en su silla, exhausta.


— Te pareces a Reg en muchas cosas, pero también no te pareces a él en nada… Supongo que tienes algo de personalidad. —


— Supongo que tengo mal carácter. — Respondió Oscar con calma.


Ganándose una mirada de Tinasha, la bruja sacudió la cabeza y respiró profundamente.


— En cualquier caso, la respuesta es no. Si accediera a deseos como ese, entonces sería tu bisabuela. —


Aunque imperceptiblemente, Óscar se sorprendió al escuchar esas palabras pero, al mismo tiempo, las encontró plausibles.


Su bisabuelo, el cual Tinasha había dicho que era demasiado puro, probablemente se había enamorado de esa bruja hacía setenta años.


Al parecer, Tinasha no había aceptado su propuesta, por lo que tales circunstancias diferían mucho del cuento de hadas sobre su bisabuelo que se contaba en Farsas. Esto a Oscar le interesó un poco y quería preguntar por los detalles, pero como recién acababan de conocerse, eso habría sido probablemente descortés.


Por lo tanto, optó por tragar sus preguntas infantiles.


— Puede que mi bisabuelo se haya echado atrás, pero yo no soy él, y de todas formas eso no tiene nada que ver conmigo. —


— ¡¿De qué estás hablando?! No estaba bien entonces, ¡y no está bien ahora! Es un no en toda regla. —


— Han pasado setenta años, ¿cómo puedes decir que no con tanta seguridad? Sé un poco más considerada. —


— ¡Ser considerado tiene sus límites! —


Mientras Tinasha armaba un gran alboroto, Litola extendió la mano a su lado para llevarse las tazas vacías que estaban sobre la mesa.


Para cuando la familiar regresó con una nueva tetera, Oscar y Tinasha seguían discutiendo de un lado a otro.


Óscar estaba calmado, pero no estaba dispuesto a ceder, y la bruja parecía bastante agotada mentalmente.


Al llegar a su límite, Tinasha suspiró.


— ¡De acuerdo, si vas a ser tan poco razonable, voy a alterar tu memoria y enviarte de vuelta a tu castillo! —


— No creo que lo que acabas de decir hable bien en cuanto a tu personalidad. —


— ¡E-Esa es mi línea! — Tinasha se levantó, y con una sonrisa, extendió su mano derecha hacia Oscar.


Una luz se acumulaba en su palma y el ambiente de la sala cambió en un instante.


— Oye, oye, voy a defenderme. — Óscar se había mostrado indiferente, pero finalmente se puso en pie y sacó su espada.


Cuando Tinasha vio la empuñadura del arma, su expresión denotó sorpresa.


— ¿Por qué vas por ahí con algo así? ¡Es un tesoro nacional! —


— Cosas como ésta se hicieron para ser usadas. —


La hoja bien pulida y de doble filo brilló como un espejo, lo que atrajo la atención de Tinasha. Decoraciones antiguas adornaban la empuñadura del arma, la espada real Akashia, transmitida a través de los tiempos en Farsas, era la única espada del mundo que tenía plena resistencia mágica.


Existía la leyenda de que, hace mucho tiempo, criaturas no humanas habían sacado la espada de un lago y la habían regalado, pero la historia nunca se había confirmado.


El arma existía desde la fundación de Farsas y, hasta hace poco, apenas se había utilizado en combate. Sólo la llevaba el rey en ocasiones formales, pero al parecer Oscar trataba el arma como uno de sus objetos personales. Era claramente algo que cualquier mago consideraría su enemigo natural, y Tinasha, como bruja, no era una excepción.


Con una mirada agria, dudó un poco más antes de disipar la magia que había empezado a invocar.


— Urgh… Hablemos un poco más de esto. —


— No podría estar más de acuerdo. Tranquilízate. —


Cuando ambos volvieron a tomar asiento, Litola volvió a llenar sus tazas de té y Tinasha utilizó sus manos para cepillar hacia atrás sus cabellos que empezaban a descolocarse.


— Eres extrañamente terco, deberías rendirte. —


— Podría decir lo mismo de ti… —


Con aspecto pensativo, Oscar se llevó la taza a los labios y justo entonces, recordó algo.


— ¡Ya recuerdo! Me enteré de que hace setenta años pasaste un tiempo viviendo en el castillo de Farsas. —


— Sí, durante medio añ. Enseñé magia y cultivé flores. Fue bastante interesante. —


Oscar sintió que podía creer eso, aunque le costaba imaginarlo, y ladeó la cabeza en señal de contemplación.


— ¿Era ese el deseo de mi bisabuelo? —


— No. — respondió Tinasha, sonriéndole, con los ojos entrecerrados.


Por lo breve de su respuesta, era obvio que no tenía intención alguna de decirle cuál había sido el verdadero deseo de Regius, por lo tanto, Oscar enarcó una ceja, pero comprendió el significado de su respuesta y no insistió y en su lugar, propuso un deseo diferente.


— ¿Qué te parece esto? Vete de aquí durante un año y vive conmigo en Farsas. Esa es mi petición como campeón. ¿Podrías aceptarlo? —


Tinasha pareció sorprendida por la inesperada petición, sin embargo, cuando pensó en su prolongada ida y vuelta, le pareció un compromiso considerable, pues un año no era mucho tiempo para una bruja como Tinasha.


En un abrir y cerrar de ojos, regresaron a su mente buenos recuerdos de las vistas de Farsas. La bruja respiró profundamente y, al exhalar, tomó su decisión.


— De acuerdo, entonces. Bajaré de esta torre como tu protectora. Durante un año, a partir de hoy, tú y yo tenemos un contrato. —


Levantó su brazo, y extendió uno de sus blancos dedos hacia la frente de Oscar.


Una tenue luz blanca emanó de la punta de su dedo antes de pasar por el aire y desaparecer en su frente. Luego Óscar se llevó los dedos al lugar donde la luz le había tocado, pero no notó nada extraño.


— ¿Qué has hecho? —


— Es una marca. —


Tinasha se levantó con una sonrisa, estirando ambos brazos por encima de ella para relajar su rígido cuerpo.


— Si salgo de la torre, tendremos que cerrar la entrada. Litola, ocúpate de ello. —


— Entendido. —


Litola salió de la habitación, y Oscar se levantó también.


El crepúsculo ya había caído, y los últimos destellos de luz coloreaban el valle en la distancia. El principe se situó al lado de Tinasha y siendo mucho más alto, la miraba con una sonrisa malévola.


— Si cambias de opinión a mitad de camino y decides quedarte en Farsas permanentemente, me parece bien. —


— No lo haré. —


Y así, la Bruja de la Luna Azul se convirtió en la protectora del príncipe heredero de Farsas y aparecería en el pueblo por primera vez en cerca de setenta años.


Poco sabía ella que acababa de empezar una historia que rasgaría las cuerdas de su propio destino.


— ¡Lazar! ¡Despierta! —


El joven se despertó por reflejo al oír la voz de su señor y se encontró a la sombra del mismo árbol al que estaban enganchados los caballos justo fuera de la torre. Lazar observó su entorno antes de mirar a Oscar, que estaba justo detrás de él.


— ¿E-Eh? ¿Su Alteza…? ¿No estaba yo subiendo a la torre…? ¿Ya ha oscurecido? —


— Suficiente, nos vamos a casa. Así que levántate. —


Desconcertando en su mente por la confusión, Lazar se puso en pie y desató las ataduras de los caballos.


— ¿Estás listo para volver? —


— Sí, terminé mis asuntos. —


A Lazar le pareció extraño, pero de todos modos condujo a su caballo.


Mientras lo hacía, notó por primera vez que había alguien a la sombra de su señor.


Cuando la joven y hermosa chica se dio cuenta de que Lazar la miraba, sonrió con dulzura. Su cabello negro y su blanca piel parecían ser rasgos de algún país desconocido, y sus poderosos ojos oscuros lo absorbieron por completo.


— Su Alteza, ¿quién es ella…?


— Es la aprendiz de la bruja, y va a dejar la torre para vivir en Farsas durante un tiempo. —


— Me llamo Tinasha. —


La chica se inclinó cortésmente, por lo que Lazar se apresuró a bajar su propia cabeza de igual manera.


Aunque a Oscar le había dicho que se iba de la torre, no llevaba ni una sola bolsa. A Lazar le pareció extraño y se acercó a su señor para susurrarle al oído.


— Si ella es la aprendiz de la bruja, ¿significa que has conocido a la bruja? —


— Sí, la conocí. —


— ¿No le devoró? —


— ¿Acaso quieres que te golpee…? —


Oscar se subió a la silla de montar y le ofreció a Tinasha una mano, y aunque Lazar aún parecía preocupado, el joven príncipe comenzó a dirigirle algunas palabras a su ayudante antes de hacer una pequeña mueca.


— Fue una experiencia… interesante. En muchos sentidos. —


Con una mirada amarga por alguna razón, Oscar subió a Tinasha a su caballo. Con su pequeña estatura, ella se acomodó fácilmente frente a él antes de bajar sus largas pestañas.


Tal vez por su cabello y sus ojos, la belleza de la bruja evocaba una noche clara. Parecía estar completamente a gusto en su posición actual, como si hubiera estado siempre al lado de Óscar.


Mientras tanto, Lazar estaba completamente cautivado por el bonito cuadro que ambos pintaban, a lo que Oscar frunció el ceño al ver a su amigo de la infancia.


— ¿Qué pasa? ¿No querías ir a casa? —


— Sí… Lo siento. —


Lazar se apresuró a montar su propio caballo.


El sol se había ocultado y la noche llegó rápidamente. Tinasha hizo un gesto con la mano, y una pequeña luz surgió justo por delante del hocico del caballo.


Oscar expresó su admiración por el orbe que les iluminaba el camino.


— Magia, ¿eh? Qué conveniente. —


— Puedo hacerlo en cualquier momento. No dudes en pedirlo cuando quieras quemar algo. —


— No es necesario. Todo lo que tienes que hacer es quedarte cerca de mí. — Respondió Óscar con suavidad.


Ante aquellas palabras, Tinasha le miró consternada, pero pronto se recuperó, cerrando los ojos y sonriendo.


Mientras Lazar los observaba, tuvo de repente un leve indicio de una premonición que le decía que, a partir de ahora, las cosas se iban a complicar demasiado.


— Vamos, Lazar. —


El caballo que transportaba a Oscar y a la chica rompió a galopar, mientras que Lazar tomó sus propias riendas y lanzó una última mirada hacia la torre.


En la penumbra, pudo ver que la puerta que antes había estado allí había desaparecido, y en su lugar había la misma superficie lisa, azulada que constituía el resto de la estructura.





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